De lo más negro de nuestra época de entre siglos

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Se acaba de publicar un artículo en que se cuentan detalles de cómo se compraba el voto de nuestros abuelos y bisabuelos en las elecciones generales, por el control sobre el mundo rural, en concreto en el distrito electoral de Montalbán, (que incluía en él a Blesa, Huesa y otras muchas localidades).

Una época apasionante, grave, que anticipaba cambios y por lo mal resuelto de muchos de ellos derivaría en un desastre. El artículo pretende dar una visión de un momento de la historia de España, a partir de los detalles concretos conservados en un pequeño escenario geográfico, el distrito de Montalbán (Teruel) en 1905, del caciquismo necesario para el mantenimiento del régimen bipartidista y monárquico de la Restauración borbónica.
Aunque el sistema se basaba en la alternancia de dos partidos monárquicos y todo estaba amañado para que así fuese, el artículo muestra los esfuerzos de las minorías republicanas por articular una alternativa política e ir ganando para sí a los votantes rurales, con idealismo y denuncia de la corrupción del sistema.

Se titula "Noticias de caciquismo y compra de votos en el distrito de Montalbán (Aragón) en 1905. Casos concretos de manipulación de las consultas electorales por Conservadores y Liberales. Esfuerzos proselitistas del Republicanismo en el mundo rural.", realizado por Javier Lozano.
[Enlace al artículo ] (PDF, 1,3 MB, 83 páginas)

Unos detalles

Este es un artículo que se basa en pocas fuentes y partidistas todas; lo aviso prontamente aunque parezca en inmediato menoscabo de la rigurosidad que debiera tener un artículo con este título. Por supuesto, lo expuesto está apuntalado con lo publicado por historiadores generales y tesis doctorales muy concretas y contrastado en la medida de lo posible. Porque gran parte de los detalles rescatados de la hemeroteca son las denuncias muy concretas, de un candidato no perteneciente a los partidos que se alternaban en el poder en España en la etapa de la Restauración Borbónica (iniciada en 1875) en un sistema electoral manipulado. No puede ser de otra forma, porque el Estado y el pacto de alternarse en el poder los Conservadores y Liberales monárquicos llevaba aparejado el ignorar el verdadero resultado de las urnas y la falsificación de las elecciones en todos los niveles. El diputado José Maria Celleruelo (1840-1911) describió así los comicios de abril de 1884: "Se ha falsificado la Junta del Censo; ésta ha falsificado los interventores; el alcalde falsificó las presidencias de las mesas, y las mesas, después de estas tres gravísimas falsificaciones, falsificaron el resultado de la elección". Aunque se han consultado varios diarios de la época (la mayoría eran partidistas), comprobaremos que algunos silencian más que informan, sobre el fraude electoral.

Por ello, los detalles rescatados de la hemeroteca son las denuncias muy concretas, de un activo propagandista republicano y periodista aragonés, Juan Pedro Barcelona (1851-1906), que fue el candidato por el distrito turolense de Montalbán en las elecciones al Congreso de septiembre de 1905, por Unión Republicana (el mismo partido por el que se presentaban en la capital zaragozana Joaquín Costa o Marceliano Isabal). Sus denuncias las plasmó públicamente en la prensa, pues en el acta oficial de recuento no le dejaron hacerse oír, silenciándole con argumentos entre torticeros y legales. Aunque fueron estudiadas las actas y tabulados los resultados ya por Montserrat Serrano en 1996, figura lo que quiso plasmar un juez de Alcañiz como luego se verá. Las denuncias del candidato se remitieron a las Audiencias de Zaragoza y Teruel (sabemos lo que remitió) pero seguramente no causaron efecto legal alguno.

Aún habiéndose perdido muchos detalles, (que podrían haber aportado la precisión, el sesgo o realidad del éxito y eco de estos eventos electorales pro republicanos), creo que aún mantiene el valor de aportar los detalles concretos (especialmente de Blesa, Huesa del Común, Segura, Obón, Cañizar, Torre las Arcas, Estercuel, Fuenferrada, Torrecilla del Rebollar, Allueva, Salcedillo, Fonfría), los datos del saqueo de la voluntad popular en el medio rural, sus métodos y precio pagado, detalles que por necesidad, se sintetizan en tantos estudios sobre el periodo de la Restauración y los pucherazos.

Si el lector es conocedor de la historia de España en el siglo XIX bien puede saltarse toda la parte I (8 páginas), dedicada a resumir los avatares nacionales que justificaron el engendrar una democracia simulada durante la Restauración, así como tratar de explicar el porqué terceros partidos trataban de concurrir a unas elecciones previamente amañadas.

La parte II (el bloque principal del artículo) relaciona las noticias de la campaña republicana por cada localidad, resultados de las elecciones, las protestas y explicaciones del fraude en el distrito.

La parte III es un complemento a esta visión de la España del momento, cuyos apéndices desarrollan asuntos accesorios o curiosos sobre la sociedad, como: la biografía y muerte del candidato republicano Juan Pedro Barcelona y el duelismo; aspectos sobre el anticlericalismo; una selección de discursos de una de las grandes personas del Regeneracionismo, Joaquín Costa, de su etapa más política y final de su vida, alguno previo a las elecciones y otros posteriores y algo incendiarios. Se apuntan otras cuestiones, como el surgimiento de movimientos que se inspiran en la justicia social.

Una reflexión personal

Hay paralelismos con la época actual, a pesar de la enorme transformación de España en el último siglo. Y aunque no quería convertir este texto en una llamada de atención sobre los mismos, por si sirven de aviso (lo más útil de la historia), quisiera repasar algo de la idiosincrasia política y problemas de España de entre los siglos XIX-XX y la de los siglos XX-XXI.

El bipartidismo, que sin ser un problema en sí mismo, ni exclusivo de España, acabó corrompiéndose y alejándose mucho de la España real. Ocurrió anteriormente, pero quizá también ahora, dando muestras de estar infectados por la carcoma de los codiciosos, que han colocado en los partidos a quinta columnistas de grandes y pequeñas empresas de construcción, de comunicación, energéticas, bancos, grupos de salud..., O incluso sindicalistas, demasiado ambiciosos, pero no del bien público sino de sangrar todo lo posible al erario. Antes, como ahora, podrá surgir un Maura bienintencionado, sabedor de que a veces se debe hacer una revolución desde arriba para que no nos la hagan desde abajo; pero el bipartidismo, ni de antes ni de ahora, se puede autolimpiar desde dentro, por las relaciones de amigos y clientelares que han permitido que les gangrene. Los partidos minoritarios, nuevos o históricos, solían ser maltratados o ignorados por la opinión publicada, víctimas a veces de su propia impaciencia o su idealismo; dañados los potenciales votantes por el miedo.

O aún cuando esas circunstancias no concurriesen, por la práctica evidencia de tirar el voto a la basura electoral, por no poder alcanzar una mayoría útil ante el duopolio partidista. Todo unido provocó que el sistema se ensuciara una legislatura y otra y otra más, con los partidos grandes.

Así, en España, en varias ocasiones, por la propia dinámica histórica, los partidos menores, bienintencionados y con intenciones saneadoras de problemas previos, han alcanzado el poder en los momentos menos propicios, justo ante las peores crisis económicas o políticas del sistema. No casualmente, tras no poder cumplir con las expectativas de que la revolución o la república lo arreglase "todo"; y tras un periodo inestable, el sistema político-militar de España ha vuelto a presentarse cínicamente como garante de la paz o la estabilidad económica y social "de nuevo", ante ciudadanos que también anhelaban el reencuentro con una tranquilidad política y social, aunque fuera en un sistema corrupto o una dictadura de la que de nuevo se esperaba "todo".

El "problema catalán" estaba ahí ya en 1905, y el actual asunto del Estatut, como brecha política, tuvo su símil en el escándalo ¡Cu-Cut!, tras el cual los dos partidos dinásticos nacionales desaparecieron del panorama electoral catalán.

También creo que en España el hurto de la democracia persiste hoy, con sutileza y ley; lo que antes se alcanzaba con la compra a los pobres, tiene un pálido reflejo en una "elegante" y desequilibradora ley D'Hont y los "útiles" compartimentos provinciales (útiles actualmente a los partidos nacionalistas regionalistas que obtienen sobrerepresentación parlamentaria frente a nuevos partidos más potentes pero diluidos en el ámbito nacional). Formar mayorías orillando a los demás españoles durante décadas ayudó a corromper el sistema, a cambio de una supuesta estabilidad a largo plazo que de poco le sirvió a la monarquía ni a España en su conjunto. Otros países, actualmente, nos demuestran que no es la única manera de gobernar un país a largo plazo; Alemania, escarmentada quizá para siempre del poder de las mayorías en su país, tiene leyes electorales que las relativizan y obligan a formar coaliciones heterogéneas, donde unos socios vigilan a otros y no permitirían la impunidad con que en España se mueven intereses y chanchullos.

Aquellas ideas del primer tercio del siglo XX, de la necesidad de los cambios sociales radicales, de igualdad y anticapitalismo, ya fueron vencidas. Fue gracias a la generosa e interesada prosperidad permitida a una larga dictadura, permitida por las democracias anticomunistas que ganaron la segunda guerra mundial, que arrumbaron a los españoles, convirtiendo finalmente en "clientes" a lo que durante los dos últimos siglos habían sido meramente pobres (y revolucionarios en potencia).

La libertad de cultos (otro de los jinetes del apocalipsis español a comienzos del siglo veinte), ya es un hecho real (no sólo legal). Y esa libertad básica sustrae un ingrediente esencial a cualquier radicalismo. Incluso sin grandes traumas, la influencia de la Iglesia Católica (ni aún en la educación) no es tal que insulte a la inteligencia del más moderado. Aún vemos en la actualidad intentos de la Iglesia Católica y sus políticos para que una "asignatura" tan relativa como la de religión, tenga peso en las notas de los estudios de todos (un peso interesado), pero eso no es nada comparado con el tiempo en que ejercía la enseñanza doctrinal y la censura de ideas.

La actual forma del Estado, monarquía parlamentaria, es una fórmula intermedia útil a los anhelantes de una racional república, y a los que necesitan un vértice soberano en la pirámide social o de mando. Una gran jugada política que hizo monárquicos a los republicanos moderados, siempre y cuando no haya un heredero engreído o poco honrado camino de un trono cada vez menos necesario.

Estamos mejor representados actualmente y la democracia ha evolucionado, ya no somos unos aspirantes a parecer demócratas, como en muchas otras partes del planeta, pero la resistencia de nuestros políticos a hacer cambios estructurales para pulir detalles, o evitar algunos de nuestros defectos nacionales, muestra que el sistema aún teme las decisiones de su pueblo. Es como si evitar el nepotismo, los favoritismos, la falta de honradez, el favorecer a empresas frente a ciudadanos, hacer más justa la ley electoral, hacer a todas las Comunidades iguales ante la ley, o incentivar el control absoluto e independiente de las cuentas públicas, fuese siempre inabordable o posponible.

Aprovecho esta nota personal para recomendar un preciso y esclarecedor ensayo, sobre si es posible o necesario implantar la democracia a toda costa en cualquier tipo de estado y condición, escrito por el periodista experto en relaciones internacionales Fareed Zakaria «El futuro de la libertad: las democracias "iliberales" en el mundo» (The future of freedom: illiberal democracy at home and abroad), Taurus, Madrid, 2003).

Por F.J. Lozano