n estos últimos meses ha habido muchos nacimientos de descendientes de Huesa del Común y Blesa (pueblos turolenses en Aragón). Los comentarios y anécdotas iban que volaban y transcribimos algunos de los que hemos oído.
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'Sabiduría popular’ y embarazos
Nos cuentan los abuelos que había multitud de 'trucos' para saber si la futura madre esperaba un niño o una niña (un chico o una chica, como dicen ellos). Dicen las tradiciones que “si tienes la carica limpia será chico; si, en cambio, la tienes manchada, será chica” haciendo alusión a que muchas mujeres embarazadas lucen unas manchas pardas en la cara que después vuelven a desaparecer. Otra pista la da la forma de la barriga: “Si la tripa es redonda será chica; si es picuda, chico”. También se dice que si la embarazada está especialmente guapa, será chico, pero si no luce una cara precisamente guapa, pues que “la chica le está quitando la belleza”. Otra indicación es “si la madre tiene los labios hinchados, será chica” y, por el contrario, “si notas al niño en la barriga en el lado izquierdo, será chico”.
Otra pista un poco más complicada se refiere al sexo del segundo hijo o hija. Dice así: “Si nace un hijo en creciente, el siguiente es diferente y si nace en menguante, será consonante”, es decir, que el segundo hijo será del sexo contrario si el primero ha nacido en creciente y será del mismo sexo si ha nacido en luna menguante. Otra característica en la que se fijan los mayores es en el remolino del pelo del niño ya nacido: “si el remolino está en el centro, el siguiente será un chico; si por el contrario, está en un lado, será una chica”.
Las ecografías de hoy día han sustituido estas creencias pero por probar de adivinar ¡no se pierde nada!
En cuanto al comportamiento de la embarazada se le consentía que comiese lo que le apeteciese. Hay quien dice “tienes que comer para dos”, lo que hoy día está contraindicado, pues a las embarazadas que engordan mucho ¡las someten a un estricto régimen! No obstante, sigue vigente el consentir los famosos ‘antojos’. Se decía que “cuando a una mujer embarazada se le antoja algo, lo debe de comer porque sino, le podían salir a la criatura manchas con la forma del alimento deseado”. También se cuenta que “si una mujer embarazada se da un susto debe tener cuidado de no tocarse porque puede aparecerle una mancha con la forma de lo que le asustó”. Se cuenta que a una mujer de Blesa le dio un susto un fardacho y se tocó el cuello donde le quedó una mancha con forma del animal. Pues nada, ya sabéis ;-)
Familia en 1925.
Cedida por Pascuala Artigas.
Fotografía A00658 del Archivo digital de la asociación cultural El Hocino de Blesa.
El nacimiento y sus consecuencias en la madre
Hasta hace pocas décadas, los niños nacían en casa. Una comadrona solía ser la encargada de asistir a la parturienta. Al médico sólo se recurría cuando el parto se complicaba. Lamentablemente esto ocurría a veces y no era raro el caso en que la madre o el niño o incluso ambos fallecieran en el parto.
Otra consecuencia de partos precariamente asistidos eran los muy frecuentes desprendimientos de matriz o la menos grave incontinencias de orina para el resto de la vida de estas mujeres. Cuando ocurría el desprendimiento, éste no se solía curar ya, ni médicos ni curanderos sabían ponerle remedio. Para reducir las molestias que producía el desprendimiento cada vez que se miccionaba, se hacía una especie de cinturón con un paño con una trenza por cada lado para intentar contenerla. No obstante, estas molestias no solían impedir tener más hijos.
1923. Niña con cofia y sayos.
Cedida por Raquel
Vives
Fotografía A00364 del Archivo digital de la asociación cultural El Hocino de Blesa.
La crianza, lactancia y primeros alimentos
La crianza en tiempos de nuestros abuelos y también en muchos casos en tiempos de nuestros padres se basaba en la lactancia materna exclusiva. También entonces, como hoy día, ésta no siempre transcurría exenta de problemas. A algunos niños les costaba coger el pecho y la madre se veía forzada a sacarse la leche y a dársela al bebé en cuchara. Nos comentan que en alguna ocasión se recurría a un porrón, ya que no se conocían los biberones.
Para extraerse la leche se usaba un artilugio llamado ‘mamantona’ que se vendía en la farmacia. Constaba de una especie de jeringuilla conectada a una pera de goma, con la que se hacía el vacío y se succionaba la leche para extraerla.
sacaleches antiguo o mamantona, de farmacia
Tomada de TodoColeccion.net
Otro problema que también entonces ocurría en ocasiones eran las infecciones (mastitis). Nos cuentan dos mujeres que tuvieron estos problemas y que recurrieron a un perrito (sorprendente, ¿verdad?) para que les vaciase el pecho.
Una vez establecida la lactancia ésta solía durar unos dos años. Con esa edad, dar el pecho también resultaba ser más pesado debido al peso de la criatura que afectaba la espalda de la madre. A partir de los cuatro meses, aproximadamente, se les empezaba a dar también ‘sopicas’ y ‘pataticas bien chafadicas’ para que empezaran a aprender a comer con cuchara. Las ‘sopicas’ consistían en tostar harina del trigo con la que amasaban el pan, leche condensada y agua hervida. Sin embargo, esta leche estriñe (‘reprieta’). También solían darle a los niños de esa edad ‘anisicos’ para que tuviesen una mejor digestión (‘para que llevaran el cuerpo bien’). Nos cuentan que algunos niños ya mayorcitos querían leche y eran capaces de mamar directamente de las cabras ¡ahorrándose ordeñarlas! En caso de necesidad, un bebé podía recibir también leche de cabra, rebajada a la mitad con agua y hervida tres veces.
Cuando una madre fallecía se solía buscar una “madre de leche” que era, o bien una madre que había perdido a su bebé, una madre que justo había terminado de amamantar a su hijo, o bien una madre que estaba en ese momento criando a su hijo.
En un caso que nos comentan, se encontró una madre de leche para una niña huérfana de madre cuando ésta tenía ya 4 meses. Hasta entonces el bebé había sido alimentado por ‘sopicas’ y había recibido ‘alguna que otra tetada por allí’, o sea, que otras madres la habrían amamantado esporádicamente. Difícil de imaginar hoy en día aquí, ¿verdad? La madre de leche había perdido a su propio bebé, por lo que el poder criar a esta otra niña le supuso una gran alegría. La niña llegó vestida de luto (¡!) y la madre de leche le cosió todo tipo de ropitas de colores diciéndole “¡conmigo tendrás más alegrías!”. Aunque unos años más tarde volviese a vivir con su padre a su pueblo, el vínculo que se creó entre esta niña y su ‘madre de leche’ fue tan fuerte que duró toda la vida de la hija, que se relacionaba con sus ‘hermanas de leche’ como si fuesen hermanas de verdad.
También nos cuentan el caso de unos gemelos sietemesinos, uno de los cuales era muy débil. Para darle más posibilidades de supervivencia, éste se quedó con su madre y el más fuerte lo crió una madre de leche hasta que el primero, desgraciadamente, murió y el segundo pudo volver con su madre. ¡Hoy es un hombre fuerte y sano de 86 años!
Se decía que es bueno comer fruta mientras se amamanta un niño. También hemos oído el consejo de que no se debe de beber agua poco antes de dar de mamar porque supuestamente se diluye la leche (esto no está probado, según sabemos). También se cuenta que a los niños a los que se da de beber agua pronto, hablan antes. Hoy día nos dicen que no debemos dar de beber agua a los bebés amamantados porque ingieren suficientes líquidos, pero no deja de ser curiosa la observación. Otra indicación era que no se debían comer ni vinagrillos ni otros sabores fuertes porque la leche podía desagradar al niño. El trabajo que muchas veces requería de mucha fuerza también condicionaba la crianza. Así, cuentan que los días que amasaban el pan a brazo, los pechos se ‘repretaban’ y al día siguiente tenían menos leche.
Niños en 1949.
Cedida por Miguelita Sanz.
[foto A00502 del Archivo digital de la asociación cultural El Hocino de Blesa]
Nos cuentan que la vestimenta de los bebés era diferente a la de hoy en día. A los recién nacidos se les envolvía con paños juntando las piernas impidiendo que se moviesen. Cuando eran ya un poco mayores no se les vestía con pantalones o faldas como hoy hasta que no tuvieran aproximadamente seis meses; en los años cincuenta ya sólo hasta los tres meses, aproximadamente. Antes, tanto niñas como varones se vestían de la misma manera: pañales (de tela), una faja y una mantilla para sujetarlos, encima un jubón (una “blusica” que se cruzaba con unas cintas) y encima, un faldón.
Normalmente, los niños aprendían antes a andar que a hablar pero se recuerda un niño que lo hizo al revés y que decía todo contento: “¡ya me tengo!” refiriéndose a que ya se sostenía solo de pie. Al amamantar durante largo tiempo también hay anécdotas graciosas que contar como una niña que le decía a su madre: “¡la otra, mamá!” pidiendo el otro pecho. Los niños mayores ya iban a jugar a la calle pero volvían a casa a mamar cuando tenían hambre.
Otra diferencia a resaltar de la crianza en aquellos tiempos es que no había cunas. Los niños dormían con los padres en la cama de matrimonio durante todo el tiempo que mamaban para facilitar la alimentación nocturna y para evitar que cogieran frío, ya que no debemos olvidar que las casas eran mucho más frías que ahora que tenemos calefacción.
Un dato nos ha llamado la atención: en tiempos de las abuelas (principios del siglo XX) a los niños recién nacidos se les vendaban los ojos durante los primeros días. Desconocemos el motivo, suponemos que era para proteger los ojos de infecciones.
Vocabulario relacionado que hoy no usamos
A un bebé se decía que se ‘monchoneaba’, es decir, que se sostenía en brazos.
En un pecho podrían salir ‘querebazas’, es decir, unas dolorosas grietas.
Un bebé que empieza a casi-hablar se dice que ‘charrotea’.
‘Mamantona’: especie de sacaleches que se vendía en farmacias, por lo menos, desde principio del siglo XX.
Nanas y canciones
No nos han contado muchas canciones infantiles pero os transcribimos un par de nanas que se recitaban en los años 50:“Duérmete niña de cuna duérmete niña de amor, que a los pies tienes la luna y a la cabecera el sol”.
“Duérmete niño en mi cuna mientras lavo los pañales que están tendidos en rosas y lavados en cristales” (se refieren a agua cristalina).
Familia de Blesa con bebé, 1910. Cedida por Isabel Artigas EscosuraFoto A00116 del archivo fotográfico de la A.C.El Hocino de Blesa
TEORÍAS DE CRIANZA. Y VAN...
Por un lado, las teorías educativas severas que marcan horarios a los niños, consecuencia de la lactancia artificial y de unas madres trabajadoras que necesitan dormir toda la noche.
Por otro lado, hay una corriente de la denominada ‘crianza natural’ en la que se promociona la lactancia materna a demanda el máximo tiempo posible, la cual no tiene horarios y la cual promueve otros aspectos como no dejar llorar a los niños sino intentar averiguar lo que piden y necesitan.
En las estanterías de las librerías conviven ambas tendencias; cada cual que escoja, utilice su sentido común y sentimientos para criar a sus hijos.
Pero debe quedar claro que comentarios como ‘a los niños hay que dejarles llorar para que se ensanchen sus pulmones’, ‘no se deben de coger en brazos’ o ‘debe de comer cada tres horas’ no se refieren al estilo de crianza ‘tradicional’ de nuestros pueblos sino al que se comenzó a dar en los años 50 a 70, aproximadamente, época en la que estaban en boga las teorías más estrictas. A alguna madre incluso le indujeron sentimiento de culpabilidad cuando nos confiesa que ‘a mis hijos los he malcriado dándoles el pecho durante mucho tiempo y siempre que lo querían’. Era efectivo; las abuelas nos cuentan que ellas ‘malcriaban’ a sus hijos durmiendo con ellos en la misma cama, alzándolos cuando lloraban y dándoles el pecho siempre que lo pedían.
Por aquel entonces esta ‘buena vida’ era breve; a los pocos años, los niños ya debían colaborar en la economía familiar y era frecuente que los chicos a los 8 años ya trabajaran de pastores y abandonasen la escuela. También las niñas aprendían a cocinar y a realizar tareas domésticas desde bien pequeñas. Pero esto... ya es otra historia.
Este artículo debe la mayoría de los datos de interés a: María Burillo Cirujeda (nacida en 1923 en Huesa), Atanasio Sinués Benedicto (nacido en 1922 en Huesa), Pascuala Artigas Magallón (nacida en 1924 en Blesa), Irene Serrano Mercadal (nacida en 1926 en Blesa), Aurora Muniesa (nacida en Blesa), Carmen Arnal Arnal (nacida en Blesa) y Esther Serrano Gimeno (descendiente de Blesa). A todos ellos gracias.