no de los oficios desaparecidos junto a las bestias de labor fue el de los esquiladores de caballerías. Hoy en día quedan pocos esquiladores en Blesa que todavía ejerzan aquella labor, aunque sólo lo hacen de forma testimonial.
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Esquilando al animal
El motivo principal del esquilado era higiénico, para evitar que se fijasen animales parásitos. Normalmente se esquilaban las caballerías a la entrada de la primavera y la entrada del otoño (en octubre), nunca en el comienzo del verano o el invierno, pues le quitarían su protección natural ante el sol abrasador y los fríos heladores.
Para empezar a esquilar había que cuadrar al animal con las
patas rectas sin necesidad de atarlo. Cuando el animal era guito
o no era dócil se le ponía el torcedor en el morro,
un aparato que le produce mucho dolor si se mueve.
Otros esquiladores les trababan las patas para mayor seguridad, cogiéndoles
las dos patas de atrás con una delante.
Antes de continuar con el corte propiamente dicho, con el cepillo o peine de hierro se le quitaba al animal toda la tierra que tenía entre el pelo.
Para esquilar antaño utilizaban la tijera, pero desde comienzos del siglo XX se impuso el uso de la maquinilla, que pelaba más rápido y uniforme que aquella. Aún se utiliza la tijera para las partes más irregulares del animal, como la crin del cuello y también las orejas, que se esquilan con mucho cuidado porque su piel es muy fina y sensible. Trasquilar a una caballería grande con las tradicionales tijeras venía a costar unas 2 horas.
Herramientas de Fermín Magallón. Foto de FJLA.
Con la maquinilla se pela todo el lomo y cuello, respetando el del anca, espalda y tripa que le sirve de protección contra el jubo,(1) haciendo de almohadilla. Sin embargo, según nos informa Fermín Magallón, esquilador de Blesa, él también les dejaba más pelo en una parte del cuello para protegerlas del roce de la collera.(2) Otra tijera especial se utiliza para "rayar", es decir, perfilar el límite del pelo esquilado y del que no.
Otro útil indispensable del esquilador es la piedra de afilar, que traían de fuera. En Blesa recuerdan especialmente las que vendía un vendedor ambulante al que llamaban "el Carallo".
En otras zonas de Aragón, en el animal trasquilado se hacía un diseño con líneas cortadas en el pelo del animal a forma de firma. Se hacían motivos geométricos de raíces muy primitivas, ramos, espigas, estrellas con gran carga simbólica(3) de deseo de prosperidad.
Los esquiladores
En Blesa ha habido varios esquiladores de caballerías, llegando a coincidir más de cuatro en algún momento. Este oficio lo ejercían ocasionalmente también esquiladores ambulantes.
Fermín Magallón nos contaba que esquilaba caballerías cuando era joven, junto con su padre José (el tío Campana). En primavera y otoño esquilaban entre ambos seis o siete caballerías cada domingo. Les costaba una media hora y cobraban (en el año 50) unas 20 pesetas por cada macho o 15 pesetas por burro aproximadamente.
Emilio Artigas, también esquilador, ya no llegó a esquilar las caballerías a tijera, pues siempre tuvo maquinilla (unas de marca Alfa que costaban de 80 a 100 pesetas), y con las que ganaba mucho tiempo. Pero no era todo beneficio, ya que las máquinas de esquilar se desgastaban pronto, cada 20 o 30 caballerías, y costaba de 20 a 25 pesetas el "vaciarlas". Pascuala Artigas, me contaba cómo su padre Tomás Artigas dejaba las maquinillas a Santos, el cobrador del autobús, "que entonces encerraba en Blesa", para que se las llevasen a Zaragoza para ponerlas a punto.
Emilio también nos hacía notar que tenían que quedar con los clientes para pasar por sus casas los días de fiesta y que entre trasladarse de un lado a otro con las herramientas, pedir algún elemento, cuadrar al animal y otras menudencias se pasaba mucho rato.
Antes de la última guerra civil había en Blesa unos seis trasquiladores, lo que podía suponer que cada uno de ellos, como promedió Fermín, hiciera unos 60 servicios al año.
La relación de esquiladores de caballerías en Blesa sería:
- Tomás Artigas Lou, el esquilador, (padre de Pascuala, Emilio, etc.) (1888-1968 aprox.),
- su hijo Emilio Artigas Magallón el esquilador (nacido en 1932);
- Julián Artigas Martín, el Esquilador (1889-1961);
- Casildo Artigas, padre de Julián, que murió tras la guerra a la edad de 82 u 83 años.
- Paulino Royo Serrano, (el tío Paulinico el Esquilador) que murió a comienzos de los años 50;
- Santiago Burillo Royo (1911-1980 aprox.), cuyo verdadero nombre era Teófilo, pero nadie lo conoció por él, sino por Santiago, día en el que nació y murió su madre de parto. Comenzó a esquilar al morir su tío Paulino, y hasta que se jubiló.
- Fermín Magallón Marco (1936-2018), el único que hoy trasquila ocasionalmente,
- su padre José Magallón Artigas (1913-1997), era sobrino de Tomás Artigas, quien le enseñó, y primo hermano de Emilio.
- Joaquín Arnal, que ejerció poco tiempo, (es primo de Fermín y sobrino de Emilio)
- También ejerció, poco tiempo, esta labor Felipe Arnal,
- o sólo como ayuda temporal, como Francisco Artigas Gracia (el Chache) que ayudaba a Julián de mayor.
Esta actividad era de temporada, y por lo tanto, un mero complemento económico, siendo la mayoría de ellos agricultores durante el resto del año. También podemos comprobar, por los parentescos directos y de menor grado, que el oficio tuvo una fuerte transmisión familiar. En aquellos siglos en que los medios de subsistencia eran pocos e insustituibles, los oficios y labores más especializadas se enseñaban generalmente a hijos o familiares muy directos, de forma que fueran una colaboración más para la casa, en lugar de formar a personas ajenas a la familia que constituían una futura competencia.
Antes de terminar, contaremos una anécdota que le ocurrió a Manuel Lomba Martín a comienzos del siglo XX, (al padre de Ceferino Lomba y abuelo de los actuales albañiles Lomba-Allueva). Una vez fue a Huesa, de donde era su mujer Teresa Polo, a vender la fruta que compraba en Albalate y Belchite con su caballería. No debía tener muy claro si merecía la pena esquilar la caballería pero se la dejó al esquilador mientras le comentaba "Pues es que por una parte la esquilaría, y por otra no". El avispado y obediente esquilador huesino ¡le esquiló la caballería sólo por un lado! Manuel Lomba, al volver, se lo tomó a la tremenda y amenazó al esquilador, (no sabemos si llegó a ver el lado jocoso del asunto), y el socarrón esquilador le terminó de esquilar la caballería.(4)
Bernardo y su viejo burro con un trillo (2000) Foto FJLA
Con la desaparición de la tracción animal para labores agrícolas, esta actividad se ha visto relegada prácticamente al olvido.(5) Todavía pervive aisladamente, más por amistad o compromiso que por rentabilidad económica para el trasquilador, dadas las pocas caballerías que quedan. Ahora Fermín trasquila sólo el burro de Bernardo, pero tranquilamente, tres cuartos de hora me decía que emplea, pues ya ni a dueños ni a caballerías les apremia el trabajo ni cuentan las horas hasta que se pone sol.
Decoración en una caballería de Barbastro.
Fotos de Eugenio Monesma.
Javier Lozano Allueva
Agosto de 2002
Agradecimientos
Este artículo debe la mayoría de los datos de interés a Fermín Magallón y Emilio Artigas, pero también muchos detalles a Pascuala Artigas, Pedro Lou, Manuel Lomba, Tomás Sanz e Ismael Allueva. A todos ellos gracias.
↑ 1.- Nombre que se da en Aragón al yugo al que se uncen los animales. DRAE. Véase el vocabulario de Blesa.
↑ 2.- Collar de cuero o lona, relleno de borra o paja, que se pone al cuello a las caballerías o a los bueyes para que no les haga daño el horcate (un arreo donde se sujetan las cuerdas o correas de tiro). DRAE.
↑ 3.- Los vídeos de "Labores tradicionales" rodados por el documentalista Eugenio Monesma son muy ilustrativos en este y otros aspectos. "El esquilado de caballerías" (12). Pyrene, Producciones Vídeo Gráficas.
↑ 4.- Según otra versión, que nos relata Tomás Sanz, esta anécdota de trasquilar el medio burro tuvo como protagonistas a Manuel Lomba de un lado y a Casildo Artigas como esquilador.
↑ 5.- Como ejemplo documentado del declinar del uso de las caballerías, sabemos que en Barbastro en 1968 quedaban 454 caballerías, y en 1986 (dieciocho años más tarde) sólo 28.