n el excelente pregón de fiestas de 1999 escribía Francisco Beltrán Lloris, al hilo de su discurso en que glosaba el paso de nuestros antepasados por la comarca: «Del tiempo en que las habitaban aquellos agricultores de la Edad del Bronce que se enterraron en Campillo de Moneva llevando consigo en su camino hacia el Más Allá unas flechas con punta de bronce por todo bagaje. Armas mortíferas o instrumentos de caza con lo que demostrar su pericia también en la otra vida, practicando esa antigua arte de la que se alimentaron sus antecesores».
De modo que para mi asombro, resultó que existían pruebas de que en las tierras circundantes habitaron gentes en la lejana Edad de Bronce, y quien sabe si anteriores, y existía un yacimiento arqueológico de interés del que no sabía nada. De nuevo surgía un tema poco tratado que había que investigar.
Buscando documentación sobre yacimientos arqueológicos
Como en otras tantas ocasiones, comencé esta indagación preguntado a algunos vecinos de Blesa sobre la existencia de las tumbas del Campillo u otros yacimientos arqueológicos, pero no obtuve ningún fruto al respecto, aunque sí me recordaron la existencia de unas tumbas antiguas en el paraje de Hornachas.
Tras rebuscar por diferentes libros y atlas históricos llegué a encontrar la "Carta Arqueológica de Aragón" (edición de 1991), en la que se lleva un breve registro de los yacimientos arqueológicos, edad, tipo de resto y bibliografía donde se estudia. El único yacimiento allí registrado, en el término de Blesa, es el ya comentado del Campillo, pero no da ningún detalle más. La referencia bibliográfica remitía a la Carta Arqueológica de Teruel. En ella se comenta sobre el tema que nos ocupa:
«Hallazgo aislado de puntas de flecha de bronce con nervio central que, según Cabré, proceden de una sepultura descubierta en esta partida.
Depósito de materiales: Desconocido.
Bibliografía: Cabré, J., 1909, lám. 108 (Inédito)»
El estudio de Juan Cabré titulado "Catálogo monumental de la provincia de Teruel" permanece inédito. El mencionado libro es un manuscrito almacenado en el Instituto Diego Velázquez en Madrid. [Eso fue cierto en el momento de escribir el artículo, no hoy en día, que ya está disponible incluso en Internet. Nota del autor.]
Juan Cabré Aguiló
Un turolense pionero de la arqueología en España
Juan Cabré nació en Calaceite en 1882, estudió bellas artes, y dedicó toda su vida, desde joven, al descubrimiento y estudio del arte rupestre y la arqueología. Cincuenta años de trabajo dejaron más de 100 publicaciones, excelentes ilustraciones y algunos trabajos inéditos, como el que habla de las tumbas del Campillo. Sabemos que conoció a Salvador Gisbert Gimeno y que le informaría de algunos hallazgos.
Sus trabajos fueron pioneros y novedosos en su campo, y más en una época donde "todos los sabios eran extranjeros".
El ámbito de su trabajo abarcó toda España, y muchos aspectos relacionados, como la gestión y organización de museos. El ímpetu con que afrontó su labor le llevó a poner su salud en peligro en más de una ocasión. Murió en 1947.
Pero, cuando se cierra una puerta, otra se abre (o al menos eso dicen). Me ocurrió esto hojeando una publicación reciente del Instituto Aragonés de Estadística (I.A.E.), una base de datos geográfica en CD-ROM llamada SITEAR. En este inmenso banco de datos existen mapas con la situación aproximada de yacimientos arqueológicos o hallazgos aislados y una breve ficha de cada uno. Diez, nada más y nada menos, estaban relacionados en el término de Blesa:
en el Campillo, el Hocino, en el Ituelo, en Hornachas, dos en Las Lagunas, La Manadilla, en Romerales, San Jorge y la Solana.
Aunque esta fuente ofrece pocos detalles, relacionamos a continuación la información que aparecía en la base de datos de SITEAR, por el interés y las puertas que esto pueda abrir a los blesinos curiosos. Todos los yacimientos carecen de detalles sobre una localización más concreta.
Topónimo | Adscripción | Función | Situación | Cota |
---|---|---|---|---|
Campillo de Moneva | Hallazgo aislado | Desconocido | 740 | |
Hocino, El | Obras Públicas (Dique) | Llano | 770 | |
Hornachas | 760 | |||
Ituelo | Cerámica a mano indeterminada | 820 | ||
Lagunas I, Las | Hierro I / Campos de Urnas | Hábitat (Poblado) | Ladera | 860 |
Lagunas II, Las | 840 | |||
Manadilla, La | Hierro II / Ibero-romano | Hábitat (Indeter.) | Altura | 860 |
Romerales | 800 | |||
San Jorge | 800 | |||
Solana El Val, La | Hierro II auge / Ibérico | Llano | 840 |
Únicamente aparece bibliografía del primer yacimiento, la Carta Arqueológica de Teruel, (C.A.T., nº 172), I.E.T.(Teruel) 1980, permaneciendo la bibliografía de todos los demás como inédita.
Plano en el que
aparece, grosso
modo, la
localización de
los diferentes
yacimientos o hallazgos
de Blesa y los
municipios de los
alrededores.
Nuevamente nos encontramos ante la frustración de los yacimientos hallados y estudiados, pero no publicados. Estos últimos fueron examinados a comienzos de los años 90 en una campaña en la que se realizaron estudios de muchos pueblos y comarcas turolenses, pero sólo se han publicado, hasta hoy, los de las comarcas de Daroca y Calamocha.(1)
Por fortuna, el investigador y descubridor de algunos de estos yacimientos, José Miguel Simón, me comentó algunos de los detalles que se pueden ofrecer al conocimiento público.
Todos los yacimientos investigados son prehistóricos o antiguos, porque ese era el objeto de su estudio.
Más adelante haremos referencias a la Edad de Bronce, de Hierro I y Hierro II, cultura de los campos de Urnas, etc., por lo que para poder situar los diferentes yacimientos en su contexto, voy a exponer una breve síntesis de los rasgos más característicos de las diferentes culturas nombradas, desde las más antiguas que podemos encontrar en estas tierras, incluso trascendiendo los límites de nuestro actual término, a las más recientes aquí documentadas.
Se han encontrado restos de la Edad de Bronce y del Hierro, pero los restos fehacientes de poblamientos o presencia humana en las inmediaciones pueden remontarse más atrás en el tiempo, quizá hasta la época neolítica. Tengamos en cuenta que las famosísimas pinturas rupestres de arte esquemático que jalonan tantos abrigos del cercano valle del río Martín, datan de épocas que nos alejan hasta quizá cuatro mil a dos mil años antes de nuestra era, durante lo que en estas sierras altoturolenses sería la época neolítica llegando al Eneolítico (la transición a la edad de los metales).
En el conjunto de Aragón se han hallado algunos restos de poblaciones paleolíticas (mucho más antiguas), pero esa época no la trataremos. Baste decir que no puede hablarse de poblamientos generalizados en épocas anteriores a las que citaremos, hasta fases avanzadas del Neolítico, pero la culminación de este paso a la sedentarización tiene lugar en la Edad de Bronce, cuando aparecen verdaderos poblados con cierta organización del espacio y una estructura económica y social más desarrollada.
Restos hallados por Cabré en el Campillo de Moneva
El Instituto del Patrimonio Histórico Español está restaurando los manuscritos de Juan Cabré sobre arqueología, pintura y otras muestras de arte que inventarió durante sus viajes a comienzo del siglo XX. Solicitamos ver sus notas y dibujos y aunque da pocos detalles escritos, resultó muy fecundo, sobre todo porque además de las flechas de bronce que menciona la carta arqueológica encontró un disco de mármol en el yacimiento que él exploró en Blesa.
"Disco de mármol engarzado en un marco de cobre;
asa del mismo metal, con inscripción grabada. Procede de
una sepultura de túmulo; las flechas estaban a su lado.
Tamaño natural. Campillo de Moneva (Blesa)."
Desconocemos por el momento en qué museo o institución estarán almacenadas estas piezas. Tampoco sabemos porque no se menciona el disco en la carta arqueológica.
¿Restos neolíticos?
En una visita al Museo Provincial de Zaragoza, contemplando una vitrina con instrumentos del periodo neolítico observé una piedra trabajada y pulida igual a una que yo encontré en 1992 en el término de Franchones (Huesa del Común). Por aquel entonces lo que me llamó la atención de aquel "hallazgo" fue únicamente su forma (no parecía una obra de la naturaleza): una roca de color negro y grano grueso, de sección ovalada, de 18 cm de longitud por 6 cm de anchura máxima y un alto peso relativo. Lo más característico era que un extremo estaba perfectamente redondeado, y el otro cortaba la piedra en un plano diagonal respecto al eje.
El especialista del museo (Juan Paz) que observó mi hacha constató que lo era, pero que se había perdido el extremo con el filo.
José Miguel Simón, aunque no vio esta hacha, me comentó que por el tipo de material en que estaba realizada, posiblemente no fuera de época neolítica sino posterior, algo muy razonable, ya que en las edades siguientes se siguieron utilizando tanto instrumentos de bronce, como de piedra y hueso. Permiten afirmarlo el que otros hallazgos de hachas de este tipo y material estén datados en épocas como la edad de bronce.
Hacha neolítica
encontrada en Franchones
(longitud: 18 cm)
Reconstrucción de un
hacha neolítica montada
en su mango.
La vida en el Neolítico
El Neolítico fue el último período de la edad de Piedra. Durante esta época los modos de vida y los conocimientos sufrieron tal evolución que se habla de este periodo como la Revolución Neolítica; la invención de la agricultura y de la ganadería, junto con la sedentarización fueron los aspectos más revolucionarios.
La mejora climática que se produjo en el hemisferio norte, al dejar atrás la última glaciación, motivó que muchas tierras fértiles quedaran libres de hielo y el clima templado al cambiar a otras latitudes arrastrara tras de sí a muchas especies animales y vegetales que la humanidad cazaba y recolectaba anteriormente.
La revolución neolítica comenzó hace unos 8.000 años en el área del Próximo Oriente, en tierras de los actuales países de Israel, Líbano, Siria, Iraq, Irán y Turquía, y en las desembocaduras de los ríos Nilo (Egipto) e Indo (India).
La técnica que caracteriza esta etapa prehistórica es que el hombre fabricaba sus utensilios en piedra pulimentándolos. Todavía no conocía la transformación de los metales que la naturaleza le ofrecía. El conocimiento de la agricultura transformó una sociedad depredadora o destructora (caza y recolección) en una economía capaz de producir sus alimentos (sobre todo el cultivo de cereales: trigo, cebada, centeno) y la ganadería (domesticación de animales: cabra, oveja, cerdo, asno, caballo y buey). El cambio de la dieta extendió enfermedades nuevas como la caries.
La sedentarización cambió aquellas incipientes sociedades, ya que el establecimiento de pueblos o ciudades estables conllevaba la necesidad de defender las cosechas, los territorios, los rebaños, y una cierta especialización en las tareas con nuevas formas de artesanía (instrumentos, cerámica, tejidos, etc.). En el cuarto milenio ya existían ciudades y la vida urbana.
En nuestro actual solar, la influencia del Neolítico tardaría algunos siglos en llegar, pero se puede remontar al año 5000 antes de nuestra era y perdurar hasta el 2500 a.C.. Datarían de esta época, como ya se ha dicho, las pinturas rupestres levantinas.
Pinturas rupestres
(Cueva del tío Garroso en
Cerro Felio - Alacón)
La Edad de los Metales
Edad de Bronce (-1800 al -1000)
Esta etapa, en la que el hombre aprende a trabajar el cobre como materia prima para la elaboración de sus armas y utensilios, ve también como se crean sociedades perfectamente organizadas, que darán paso a las primeras civilizaciones históricas. La aleación del cobre con el estaño para la obtención del bronce debió de ser practicada por primera vez en las tierras del Kurdistán y Armenia, y hacia el año 3500 a.C. ya era conocido en Mesopotamia, desde donde se extendió por todo el "Creciente fértil".(2)
Los objetos de bronce, casi exclusivamente armas, eran de una resistencia superior a los hechos con cobre o piedra, por lo que sus poseedores fueron pueblos belicosos y conquistadores. La carencia de estos metales, especialmente de estaño en el Oriente Medio, provocó la búsqueda de los mismos en el occidente del Mediterráneo, y creó una ruta de los metales que llegaba hasta el sur de la Península Ibérica y centro de Europa.
A esta etapa pertenecerían las tumbas en las que J. Cabré halló las puntas de flecha en nuestro término (si es que fue él personalmente).
A finales del segundo milenio antes de nuestra era, cruzaron los Pirineos grupos de la denominada "Cultura de los Campos de Urnas".
Flecha de bronce
Cultura de los Campos de Urnas (-1100 a -750)
Los pueblos integrantes de esta nueva cultura funeraria, caracterizada por la incineración de los cadáveres cuyas cenizas eran depositadas en urnas y que daban lugar a un tipo de necrópolis llamadas campos de urnas, pertenecían a la rama occidental de los pueblos indoeuropeos que se extendieron por toda Europa y Oriente Próximo.
La distinta evolución de estos grupos precélticos tuvo sus raíces en las llamadas Cultura de los Túmulos y Cultura de Lausacia, eslabones entre los tiempos del Primer Bronce y el Bronce final y el inicio de la Edad del Hierro, cuando la brillante cultura céltica de Hallstatt dominó toda Europa.
I Edad de Hierro (-1000 ...)
La metalurgia del hierro fue descubierta en el Oriente Medio en el tercer milenio antes de nuestra era, pero no se divulgó hasta bien avanzado el segundo milenio. Llega a Europa central hacia el año 1300 a.C., donde se encontraron yacimientos muy ricos de este mineral. En esta primera etapa, conocida como I Edad de Hierro surgen dos culturas del hierro: la de Hallstat (Austria) durante el siglo VIII a.C. y la de Tène (Suiza) a partir del siglo V a.C.
Estos grupos son los conocidos como celtas, que vienen buscando nuevas tierras, apoyándose en el dominio de la tecnología punta: la fundición del hierro, que otorga muchas ventajas respecto a la aleación del bronce.
Entre el Bronce final y la I Edad del Hierro, hacia el año 1000 antes de nuestra era, varias culturas gozan del preciado bien de la escritura.
Corte de un enterramiento en una urna.
Reconstrucción en el Museo Arqueológico Nacional.
La II Edad del Hierro
La llamada II Edad del Hierro coincide con la formación en nuestra región de dos ámbitos culturales diferenciados, con límites en el valle del Ebro por la parte norte y el río Aguasvivas en la frontera oriental: el ibérico y el celtibérico. Pueblos asentados en la costa mediterránea se trasladaron hacia el interior a finales del siglo V a.C. y s. IV a.C. El abandono y destrucción de los viejos poblados es la prueba de esta grave crisis en el valle medio del Ebro.
Los pueblos celtibéricos -de lengua indoeuropea- (titos, belos, lusones, arévacos, etc.) ocuparan la zona sur occidental del valle medio del Ebro en torno al Sistema Ibérico.
Fuerte ibérico en el
paraje de San Pedro
(Oliete - Teruel)
Mapa de la extensión
de las lenguas
de la península ibérica,
del historiador, Jorge Alonso.
(Distribución de pueblos añadida).
La mitad oriental del actual Aragón estaba ocupada por pueblos ibéricos (ilergetes, sedeteanos, ilergavones, etc.), cuya lengua no era de raíz indoeuropea, característica que comparten con los vascones que se encontraban en la parte noroccidental. Según los estudiosos de los temas lingüísticos hay relaciones gramaticales que permiten establecer un parentesco entre ambas lenguas.
Evolutivamente había diferencias; las tribus ibéricas habían alcanzado un mayor grado de desarrollo cultural y técnico gracias a sus contactos con las colonizaciones mediterráneas (fenicios y griegos). Acuñaban monedas imitando patrones griegos, poseían un alfabeto (más propiamente un signario formado por letras y sílabas) derivado del griego y adaptado a una grafía sobre soporte duro (líneas rectas y ángulos en sus conexiones), y conocían el torno giratorio para la fabricación de cerámica que creaba formas mucho más perfectas que las hechas a mano. Sus vecinos celtíberos aprendieron de ellos. Batieron monedas, como las ibéricas, fabricaron cerámicas a torno, y adaptaron el alfabeto ibérico a las características fonéticas de su lengua céltica, de tal manera que desde ese momento pudieron entrar en la historia, al poder escribir sobre sí mismos.
En el cercano pueblo de Oliete existen poblados ibéricos y fortificaciones. La fortaleza ibérica de San Pedro, edificada hace más de 2000 años (alrededor del siglo III a.C.) fue destruida durante las guerras sertorianas al principio del siglo I a.C. Durante estas guerras civiles romanas, que incumbían poco a los indígenas, fueron destruidos casi todos los poblados ibéricos.
Cerámica decorada
proveniente del yacimiento
del Palomar
de Oliete (siglo I a.C.)
Reconstrucción del poblado
ibérico de Oliete
Restos de los antiguos pobladores de nuestro término
Para acabar daré unos datos concretos, pero de calculada imprecisión (su seguridad es lo primero), sobre los yacimientos más interesantes e ilustrativos de nuestro término, según me los descubrió José Miguel Simón, y con cuyo beneplácito he reproducido.
Antes de nada debemos saber que uno de los mayores problemas que presenta el estudio de estas épocas es la correcta datación de los hallazgos, sobre todo si no se pueden comparar con los de alguna serie de restos arqueológicos con cierta continuidad temporal. En ocasiones, es la simple decoración de una vasija la que aporta un criterio para clasificar un yacimiento. Esa problemática se remarca en los periodos de transición, en los que puede ser muy difícil discriminar los restos.(3)
Por lo dicho, y teniendo en cuenta que el estudio realizado por cuenta de la D.G.A. hace unos años era meramente superficial, con objeto más de inventariar que de investigar, las siguientes apreciaciones son hipótesis de trabajo, a la espera de poder confirmarlas cuando nuestras instituciones puedan dedicar a la investigación más dinero del que hoy se da. Y si es claro síntoma de desinterés cultural el abandono de la investigación de muchos yacimientos, más lo es que no se publique la información ya recopilada para darla a conocer al público, para que pueda valorar en más justa medida la profundidad de sus raíces.
En las lomas de las inmediaciones de Blesa hay restos, muy pocos, que permiten suponer la existencia de un torreón medieval en San Jorge. El desnivel y la erosión de los siglos habrían arrasado sus ruinas.
Los materiales hallados en el paraje de Las Lagunas permiten suponer, (aunque no está muy claro), que existió un torreón de época medieval, dado que los materiales hallados pertenecen tanto a la Edad de Hierro como a la medieval. El torreón, dado su emplazamiento, bien pudiera formar parte de un sistema de vigilancia integrado en los pueblos de la redolada. De nuevo vemos que sólo un estudio serio y profesional puede terminar con las diversas incertidumbres.
En el val de la Solana existen estructuras que apuntan a lo que pudo ser un antiguo asentamiento ibérico (no un poblado), que tendría la peculiaridad de hallarse en un llano.
En el paraje de la Manadilla, quizá se investiguen algún día los restos de lo que se presupone una villa de campo de época ibero-romana.
En un paraje de Hornachas existen unas tumbas, como me ha comentado con detalle mi tío Tomás Sanz en más de una ocasión. Hace décadas, al hacer hoyos profundos para plantar olivos descubrieron huesos en un campo. Al cabo de los años compró este y otros terrenos circundantes y los sembró con cereal. Antes de recoger la cosecha correspondiente, fue posible contar las tumbas ocultas, ya que la mies plantada sobre ellas alcanzaba mayor altura, en total aparecieron treinta y ocho en la zona sembrada, allí donde la tierra había sido removida y ahuecada hacía siglos. Mi tío, que en el curso de sus actividades descubrió algunos enterramientos, constató que las fosas estaban abiertas directamente en la tierra, sin ataúd, y que sobre lo que fue el rostro del difunto colocaban tres lajas de piedra dejando una especie de "respiradero" por donde escaparía el alma del fallecido, (según la explicación que él leyó una vez, sobre enterramientos similares en el valle del Ebro).
En el mismo término de Hornachas se descubrió, con ocasión de la apertura de un camino con maquinara pesada, una especie de bóveda que contenía cenizas (a juicio de Tomás Sanz, restos humanos incinerados), que quedaron allí para ser arrastradas por el viento.
Recordemos, para terminar con esta breve y esperanzadora mirada a nuestro pasado, que excavar y esquilmar yacimientos arqueológicos, declarados o no, es un delito. Es un delito contra nuestro patrimonio, pero el argumento que más nos debería reprimir y hacer vigilantes es que no podemos permitir que se dispersen las pruebas únicas e irreproducibles del acontecer de nuestros antepasados por estas tierras; deben ser estudiadas para que sean fuente de información, y deben permanecer en el pueblo para ayudarnos a reconocer y revalorizar nuestro pasado. Si así lo hacemos hoy, seremos recordados con respeto en el futuro.