Manuel Chaves Nogales (Sevilla 1897-Londres 1944), fue un periodista viajado, intrépido, interesado en contar a los españoles a través de los periódicos y libros los grandes temas de su tiempo (primer tercio del siglo XX): viajó a la Rusia de los soviets, a la Italia del naciente fascismo, entrevistó a Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler, al que calificó en un reportaje de «ridículo e impresentable». Comenzada la guerra civil española, que había visto larvarse, hastiado de la violencia de ambas partes, escribió esta obra impresionante donde hizo un alegato contra las brutalidades de la guerra, incluidas las de su bando, el republicano. En la obra afirmaba que se marchó de España cuando el Gobierno huyó de Madrid, porque
“...un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros.
Explica mucho sobre la psique humana y los hechos que luego ocurrieron durante la guerra, sobre algunas personas:
“Vi entonces convertirse en comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo.” [pág. 6]
España se había convertido en una charca de sangre, y sus páginas están nutridas de reflexiones y previsiones (hechas en 1936) que el futuro hará bien ciertas. Convencido demócrata, sabe que esta causa está perdida entre los extremismos:
“El resultado final de esta lucha no me preocupa… No me interesa gran cosa saber que el futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras. Es igual … El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores.” [pág 8]
y donde, finalmente y como siempre, se habrá de
“...organizar un Estado en el que sea posible la humana convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas y la normal relación con los demás Estados, que es precisamente a lo que se niegan hoy unánimemente con estupidez y crueldad ilimitadas los que están combatiendo”. [pág. 8-9]
Cada párrafo, cada reflexión, a veces audaz, siempre precisa, visionaria podríamos decir, agarra al lector, que hoy también vive tiempos de cambio en Europa y en España, por actores de similar ideología, pero con mucha menos razón de ser, dado lo que hoy sabemos del peligro de una Europa dividida o populista por cualquiera de sus extremos… No se deben descontextualizar las reflexiones de un analista fino como Chaves Nogales, pues es injusto con nuestro tiempo y traicionero posiblemente con su pensamiento, pero… que duda cabe que nos vienen a la mente problemas muy actuales.
Porque Manuel Chaves legó la reflexión (en 1937) de que ganase quien ganase la última guerra, España estaba abocada a una dictadura por décadas, apoyada por algunas potencias europeas, pero además que:
“No habrá más que una diferencia, un matiz. El de que el nuevo Estado español cuente con la confianza de un grupo de potencias europeas y sea sencillamente tolerado por otro, o viceversa. No habrá más. Ni colonia fascista ni avanzada del comunismo. Ni tiranía aristocrática ni dictadura del proletariado. En lo interior, un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años, hasta que hayamos pagado la guerra. Rojo o blanco, capitán del ejército o comisario político, fascista o comunista, probablemente ninguna de las dos cosas, o ambas a la vez, el cómitre que nos hará remar a latigazos hasta salir de esta galerna ha de ser igualmente cruel e inhumano. En lo exterior, un Estado fuerte, colocado bajo la protección de unas naciones y la vigilancia de otras. Que sean éstas o aquéllas, esta mínima cosa que se decidirá al fin en torno a una mesa y que dependerá en gran parte de la inteligencia de los negociadores, habrá costado a España más de medio millón de muertos. Podía haber sido más barato.”
¡Qué reflexiones! Conoce demasiado bien a los españoles y del control que establecieron los estados europeos cuando salieron de la guerra de nacionalismos exacerbados, de la primera guerra mundial, fabricando paces imposibles; y en lo local él teme tanto “a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange”, como “a la de los analfabetos anarquistas o comunistas”.
Antes de la guerra estuvo analizando la otra falla de España, la que fracturaba los vínculos sociales y políticos entre Cataluña y el resto de España. Entrevistó a los presidentes Macià (1931) y Companys (1936) y “a Luis Durán y Ventosa, uno de los hombres más influyentes de la Lliga Regionalista, paradigma conservador de la burguesía liberal”. Sobre el catalanismo publicó varios reportajes en el periódico “Ahora”, tras la victoria del Frente Popular. Tenía esta lucidez:
“el separatismo es una rara sustancia que se utiliza en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Catalunya como aglutinante de las clases conservadoras”.
No dejaba cabos de la actualidad de su tiempo sin atar, era un Gabilondo de los años 20 y 30 (con permiso de otros buenos periodistas analistas no sectarios o incendiarios de España). Y no solo entrevistó a los políticos, entendió al pueblo de España. Aún viviendo en un Madrid vital, dirá del pueblo catalán (como era y es, el conjunto de él) en 1936:
“en ninguna región de España se sabe lo que es el entusiasmo popular si no es en Catalunya”.
Terminado el breve ensayo que abre el libro, el cuerpo principal del libro consta, en cambio, de nueve relatos de escenarios y situaciones distintas, escritos con muy buena literatura, que atrapan al lector y le trasladan al tiempo de la barbarie sin prosa incendiaria, con adjetivos precisos, dignos de historiador, que requieren de su equidistancia y lucidez. Eso no significa que Manuel Chaves no viese de qué lado estaba la justicia, su mirada no estaba cegada por la propaganda ni el odio. Estas historias son las que recoge y comparte un hombre de izquierdas, liberal y pequeño burgués, que comprueba en unos meses de revolución, que los dos bandos que pueden ganar la guerra no pelean por la libertad de los españoles, sino para instaurar estados donde esta será enterrada, igual que se acalló a los intelectuales y políticos que consensuaban y dialogaban buscando construir una nación donde fuese posible “la humana convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas”. Y esa experiencia es tristemente similar al mensaje que Felipe VI hubo de transmitir, entre otros, en su mensaje de Navidad de 2018.
En su libro sobre aquella sociedad española en guerra de 1937, Chaves intenta responder a ¿Por dónde empezó el contagio? Pensando en los totalitarismos rampantes. Chaves sabía mucho y pudo elegir la actitud a tomar ante las circunstancias vitales:
“Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguardaba trabajando, confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución. Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario […] mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad” [pág. 4]
Y por todo ello merece la pena leerle y recuperar sus obras, y atesorar su experiencia.
Libro: Manuel Chaves Nogales (1937) A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.
Libros del Asteroide (2017). Barcelona