La historia de Trassierra es un ejemplo de constancia, de afán de mejora, de proyecto de recuperación. 100 números de una revista cultural no se alcanzan sin trabajo e ímpetus renovados.
¿Cómo era la vida en la sociedad tradicional? ¿Qué trabajos nos conllevaba la subsistencia? ¿Qué patrimonio etnográfico o monumental se estaba perdiendo junto a la memoria de los más mayores? De todas esas cuestiones se hicieron cargo estupendos entrevistadores y recopiladores, durante años, conformado números de Oriche interesantes, es más, valiosos.
La cantidad de socios de Trassierra es también una imagen de la aceptación de esta publicación, de las ansias de perdurar como herederos de la sociedad rural.
En muchas zonas rurales, los jóvenes (hoy ya no tan jóvenes) hemos querido retratar a aquella sociedad esforzada, sufrida y trabajadora a la que las generaciones actuales solo podemos hacer sombra con unos avances técnicos y una prosperidad que apenas son fruto de nuestro propio trabajo, sino herederas de lo mucho que trabajaron nuestros abuelos (sin tiempo para veleidades culturales). La generación que nos precedió hubo, en muchos casos, de sacrificar sus años de escuela y estudios en el ara de una posguerra que no tenía porque haber ocurrido. Afortunadamente, nos dimos cuenta de que ellos eran la última generación de una forma de vida que había durado siglos, y nos imbuimos del proyecto de retratar ese estado de nuestra evolución por todos los medios, gráficos o dialécticos.
Desde aquellas primeras publicaciones realizadas con los medios de la época primigenia, a máquina de escribir, a veces a dos dedos, aunque elaboradas con tanta o más ilusión que las últimas revistas de la era digital, de la imagen y el color, han pasado décadas. Y hoy llegamos a alumbrar la Oriche número 100 ¡100 números!
Oriche fue un ejemplo más allá del término de Loscos, fue un gran precedente de lo que se podía hacer. Junto a otras asociaciones culturales “madrugadoras”, como los amigos de Plenas o de Moyuela, iban esparciendo sus hojas como semillas al viento, sembrando la curiosidad y la amistad por términos vecinos.
A mí me llegaron las páginas de las primeras Oriche gracias a un “viento losquino”, un viento fuerte que nace allá por la meseta castellano-leonesa, próxima a la muga con Portugal, y que sopla con tanta constancia que no descarto que sea para aprovecharlo que hayan puesto los de las eléctricas tantos aerogeneradores. Cuando conocí ORICHE ya llevabais en vuestra biblioteca unos 35 números, y deslumbrado, no pude dejar de hacerme socio de Trassierra.
Una de las primeras portadas y una de las últimas.
Las asociaciones culturales o publicaciones que nacimos más tarde del 91, las Ossa, El Hocino, El Prau y otras os debemos algo por haber abierto camino y marcando la senda. Gracias.
Pasadas las décadas Oriche ha cambiado también (salvo nuestra fiel sección de pasatiempos), como la sociedad y las necesidades. Ya hemos escrito de muchos temas, la revista es más visual, quizá haya losquinos que no han leído ni los primeros números. Sin duda hay que reinventarse, retomar y profundizar en temas que ya se publicaron, replantar semillas de Oriche en niños que luego escribirán profesionalmente de aquello que estudien en las universidades. Sin duda habrá quien cuide este árbol de hojas perennes durante muchos años más.
Y aunque no los mencionemos, por no estar de aniversario, no quisiéramos olvidar otros frutos de Trassierra que nos sirven a los demás pueblos de ejemplo, que no todas las asociaciones y pueblos tienen justas poéticas o ferias. Loscos, Mezquita, Piedrahita saben como cuidarse y como renovarse. Abrazos y gracias a todos los que habéis hecho nacer y vivir a ORICHE.
Javier Lozano
remitido a Oriche de parte de la
Asociación cultural El Hocino de Blesa.