mediados del siglo XX casi todos los vecinos de los pueblos elaboraban su propio pan, como habían hecho desde los albores de su consumo. En este artículo describiremos esta labor tradicional, realizada habitualmente por las mujeres de cada casa. Haremos un recorrido histórico para recordar a quienes fueron los horneros y panaderos. Y recabaremos información histórica de cuales eran los hornos "de pan cocer" en Blesa (Teruel) y sus costes de fabricación; todos los blesinos recuerdan los últimos tres últimos hornos, pero no fueron los primeros ni únicos que existieron.
I. Los antiguos hornos de pan
os tres últimos hornos de pan de Blesa (que todos sus habitantes recuerdan) eran de particulares que los explotaban directamente o a través de un hornero. Pero anteriormente, hasta la mitad del siglo XIX, como todos los servicios y tiendas esenciales para la alimentación y servicio de los pueblos (molinos, posadas, hornos, carnicerías, neveras, pesos...), los hornos de pan fueron bienes comunales, propiedad del propio pueblo, que se arrendaban para su explotación. El arrendamiento proporcionaba ingresos al concejo local, y mediante las estrictas condiciones que marcaban al arrendador garantizaban unos servicios constantes y a precios tasados. Esto iba unido a un régimen de monopolio que contribuía (todo hay que decirlo) a sofocar cualquier iniciativa de competencia en la sociedad tradicional. La posesión de estos servicios por parte los municipios era una característica muy extendida entre los pueblos que formaban las Comunidades de Aldeas aragonesas, como la de Daroca, en el caso de Blesa. En otros pueblos cercanos, como Lécera, que fueron de señorío, muchos de estos servicios eran del señor temporal correspondiente, que recibía las rentas.[1]
En los registros de la contribución de [2] figuran los bienes del Ayuntamiento de Blesa, entre los que estaban el "Molino del Ocino", la "posada en la calle del Mesón", "una casa macelo en la Plaza Bieja", y los dos hornos de pan: "un horno en la calle de la Hilarza" y otro "horno en la calle del Horno Bajo".
producto total evaluado | gastos naturales | producto liquido imponible | |
1 horno calle del Horno Bajo | 255,6 | 170,4 | 85,2 |
1 horno calle de la Hilarza | 279 | 186 | 93 |
Los dos hornos eran como vemos similares en rentas, gastos y valoración para hacienda.
Tengamos en cuenta que la población de Blesa era bastante elevada en aquella época (288 vecinos, 1.152 almas, indica Madoz en su informe de ), por lo que serían necesarios los dos hornos para atenderla.
Los hornos "del pueblo" cambian de manos
Todo aquel esquema de propiedades concejiles y eclesiásticas comenzó a cambiar a partir de 1855, cuando los gobiernos liberales, con la sana idea de modernizar un país claramente retrasado (y recaudar unos fondos imprescindibles para un Erario casi en bancarrota, inmerso además en las recurrentes guerras carlistas), desamortizaron los bienes de las "manos muertas", en este caso los bienes propios de los municipios. La intención era que esos bienes (servicios, montes blancos, campos, molinos, fábricas...), pasaran a manos de particulares que los explotaran con mentalidad capitalista.
Precisamente, otro de los documentos que conservamos respecto a nuestros antiguos hornos de pan comunales, es la adjudicación de su subasta.
En el Boletín Oficial de Ventas de Bienes Nacionales de la Provincia de Teruel (BOVBN), del encontramos la noticia de que el 11 del mismo mes se habían adjudicado los dos "hornos de pan cocer" en la subasta correspondiente.[3]
Los dos hornos de pan provenientes de sus propios, fueron comprados por un tal Francisco Biel, por 8.040 reales de vellón, cada uno. Al tener un mismo precio se supone que ambos tendrían características similares.
Respecto al comprador, por el apellido no parece estar relacionado con Blesa. Sería probablemente un forastero.
No he podido hallar en los boletines de Venta de bienes nacionales la ficha de los hornos blesinos, lo que nos hubiera proporcionado diversa información, como su valor de arriendo, superficie, y otros detalles.
¿Pero dónde se encontraban estos hornos?
Para saber la situación exacta de los hornos hubimos de acudir a fuentes orales, restos del archivo municipal de Blesa, y las pistas que dan otros libros de hacienda del pasado siglo XIX.
Sabemos que al menos uno de los hornos dio nombre a una calle del pueblo de Blesa: la calle del Horno Bajo. En este caso, la mayoría de los vecinos más mayores (en 2004), ya no lo vieron en funcionamiento, conservan memoria del portal del viejo horno municipal, aún hoy en pie. Tal como me enseñó el vecino Tomás Sanz (nacido en 1920), se trata de la casa que tiene su puerta tapiada y enmarcada por un arco de ladrillo, y un alero con adornos a base de ladrillos macizos, en el tramo alto de la calle del Horno. La vecina, Leonor Naval (nacida en Blesa en 1911) sí recuerda haber ido de muy joven a este horno.
Además de la mención de 1851, sabemos por el amillaramiento de hacienda de que figura en la calle del Horno Bajo, que la viuda de Gabriel Ruiz tiene en ella una casa que linda con Juan Antonio Beltrán y el Horno, y otro vecino, Mariano Pérez, lindaba con Pascual Palacián y Horno Bajo.[4]
Por otro lado, tenemos una sencilla huella documental de la actividad en este horno, rescatada del archivo Municipal de Blesa. Allí se conserva un fragmento de una nota que dice "Horno Bajo año ", seguida de una lista de nombres de clientes. Si habían pagado todo lo debido aparecen seguidos de una cruz, salvo un tal "Francisco Maycas" que sólo "pagó primera mitad" y que se sigue de una raya. A la derecha, una indicación parece indicar una cantidad (13 rs. 8 dins), posiblemente la cantidad debida.[5]
Bernardo Aznar, actual dueño del edificio, nos lo enseñó muy amablemente. Está transformado, pues unos dueños anteriores transformaron el gran espacio vacío del horno en una vivienda de dos plantas, y eliminaron la cúpula del horno para transformarlo en corral. El horno era muy capaz, podría tener una cúpula de cinco o seis metros de diámetro. El espacio para trabajar era bastante amplio. En mitad de la sala había un gran arco de dos pisos de altura (hoy visible) para sustentación del tejado. El tejado era a dos aguas, dividido por pared del frontal del horno, como creo recordar era también el horno alto. Bernardo nos contó que el horno, cuando funcionaba, era de 'las Fabianas', y que se lo compró Ramón el Tano.
o o o
El otro horno de pan se llamaba por entonces "el horno alto", como podía suponerse. Su emplazamiento, hasta que terminé esta investigación, era un pequeño misterio, pero ahora hemos hallado una mención documental que aclara en qué lugar de la calle Hilarza estaba, gracias a la contribución (amillaramiento) de 1858, es decir, un año antes de que se subastasen.
Por este amillaramiento sabemos que "Pedro Tena", vecino de Lécera poseía en Blesa una casa en la "calle Mayor [que lindaba] con Manuel Lomba y el horno alto".[6] Por el otro lado, los lindes de un vecino, de la calle de la Hilarza, Marcelino Lou, eran con Manuel Pastor y el Horno. Por ambos vecinos, que lindan con el horno, y los apellidos de los primeros, resulta que el llamado Horno Alto en el siglo XIX es el llamado durante el siglo XX, horno Viejo, de la calle la Hilarza.[7] Este permaneció en servicio hasta , y existió como edificio hasta finales del siglo XX.
Lo que no hallé [hasta 2012] son documentos que nos esclarezcan los orígenes de uno o los dos hornos de pan, posiblemente muy antiguos, pues eran servicios imprescindibles.
Un horno nuevo para una época de crecimiento
En 2012 hemos hallado la partida de nacimiento y el contrato de levantamiento uno de los dos hornos de pan antiguos, aunque desconozco si el de la calle Horno o el de la calle Hilarza.
Transcribimos partes de un expediente que expresa el proyecto (seguramente realizado) de construir un nuevo horno "por utilidad pública" en un periodo en que la hacienda local, estuvo, como muchas otras, en quiebra, y sus ingresos y gastos en manos de los acreedores (los "conservadores de la concordia").[22] estaba inscrito en un periodo de contrastes en Blesa, ya que estaban en quiebra por la previa y secular costumbre de acudir a créditos (llamados censos) para sufragar gastos e impuestos, pero a su vez, fue un tiempo de expansión demográfica (confesada en los documentos eclesiásticos, o estos ante la Audiencia, pero no así en los censos oficiales [23] de naturaleza tributaria) y, también tenemos documentadas nuevas roturaciones, [24] y esfuerzos en el engrandecimiento de la iglesia parroquial en las primeras décadas del siglo XVIII y un segundo impulso en el último tercio.[25]
El primer documento expresa la necesidad que había en la Blesa de 1736. Estaban de acuerdo tanto el pueblo o Ayuntamiento como los acreedores del mismo:
[foto 52] El Ayuntamiento y conserbadores del lugar
de Blessa y su concordia puestos a los pies de V.S.ª en la
mexor forma suplican; y dize que por cuanto el dicho lugar
es bastantemente crecido por los muchos vecinos que lo componen
y estar muy cargado de vivientes y no tener dicho lugar más
que un orno para cozer pan; se pierde muchisimo pan por no poder
el dicho orno coçer tanto pan como es necesario para el abasto
del dicho lugar lo qual estan clamando los vecinos que componen
dicho lugar se aga otro orno pues ay bastante neçesidad
de el por el mucho perxuicio que se sigue a dichos vecinos; en no
aber dos ornos en dicho lugar por cuyo motibo al V.S. pidimos y
suplicamos se sirva darnos poder y facultad para azer un orno nuevo
para cozer pan en dicho lugar por lo mucho que de él nezesitamos
pagando lo que sotare dicho orno de los bienes que tubiere la concordia
de dicho lugar pues lo que se diere de arriendo de dicho orno sera
y ha de ser para dicha Concordia fabor que esperamos conseguir de
la gran Piedad de V.Sª
Miguel Arnal alcalde
Francisco Pastor alcalde
Domingo de Nuez regidor y conservadores
Juan Simón regidor
El Ldo. Joseph Mercadal conservador
Joseph Calvo y Llorente conservadores
Yo Juan Navarro firmo por Pedro Galve sindico procurador que dixo
no savia escribir
Zaragª y nobiembre onze de 1736
Es interesante la afirmación de que hasta entonces hubo sólo un horno de pan. Les concedieron permiso con la siguiente condición:
El Ayuntamiento de este lugar y conservadores de su
concordia dentro de terzero dia nombre dos maestros peritos
los quales prezediendo la azeptación y juramento ante la
justicia ordinaria de dicho lugar formen un proyecto de la fabrica
de el orno de cozer pan que se pide hazer de nuevo y declaren el
todo de el coste de el, con expresion de cada cosa, y sobre todo
las manos de oficial peones y materiales que no se puedan suplir
con vecinales, y también se manda que el Ayuntamiento
informe de lo que se podra contribuir para ayuda a la dicha fábrica
tan precisa para el beneficio público por medio de sus vecinales,
o Azofras y hecho todo lo referido se comunique a los conservadores
para que en su vista expongan lo conveniente y se traiga
para proveerlo que convenga y por el escribano de Acuerdo se forme
expediente y se de el testimonio correspondiente =
Segovia
= Como de todo lo referido mas largamente pareze del expediente
formado en su razon q original por ahora queda en mi poder a que
me refiero y para que conste se cumpla y execute lo mandado por
el auto de arriba.
Doy el presente q firmo en Zaragoza al onze de nobiembre de 1736.
Juan Geronimo Lazaro
Y a continuación hallamos el valioso presupuesto que debe de ser un real exponente de los costes de la época y el lugar, pues estarán de acuerdo tanto los que pagaban a su costa (los acreedores) como el Ayuntamiento al que no le interesa incrementar sus deudas. Lo valoraban dos maestros albañiles.
[foto 56]
Decimos nosotros Matheo Perez y Juan Vaylo maestros de obras
de albañiles que acemos relacion como abiendo visto
y reconocido el puesto donde el Ayuntamiento o lugar de Blessa quiere
hacer el orno nuevo para cocer pan instalados y requeridos por dicho
Ayuntamiento abiendonos echo bien cargo del tanto que costara el
açer dicho orno y lo que es neçesario para el, para
mayor claridad y satisfacción ponemos el tanto de cada cosa,
y en cumplimiento de nuestra obligación y oficio decimos
que vale
- el puesto donde se a de açer dicho orno treinta y dos libras jaquesas son
- 32 L.J.[libras jaquesas]`
- yeso que es neçesario para el es zien cayzes a 4 s[ueldos: de 20 sueldos por libra] por cayz vale
- 20 L
- maderos para el tejado 22 a 6 s [sueldos] por cada uno valen
- 6 L 12 s
- Tejas para dicho tejado 2000 a 4 L por mil valen
- 8 L
- Adovas 2000 por metad de precio valen
- 4 L
- Jornales de Arbañil 25 a 8 s por cada uno son
- 10 L
- Piedras para la olla costaran asta darlas puestas
- 14 L 8 s
- Puerta y tableros costaron
- 10 L s
- Sal para la olla 80 @ [arrobas] a 7 s coste y porte vale
- 27 L [sic; debería ser 28 Libras]
- Peones para la obra 72 a 4 s por cada uno es
- 14 L 8 s
- es todo en suma lo que se a de dar dinero
- 153 L 3 s
mas costara el conducir la piedra para los fundamentos, tierra
para las tapias, y el conducir los demás materiales 50 L las
quales suplira el Ayuntamiento con sus vecinos trajendo el material
de conçexada [concejada] asi lo entendemos
y deposamos y damos la presente en Blessa en el dia dos del mes de
deciembre de 1736 años. La que por no saber escribir la firmo
el testigo de nuestra orden.
Yo Juan Navarro soy testigo de lo sobre dicho y firmo
por los dichos Perez y Baylo maestros obreros que dixeron no sabian
escribir.
[foto 57 reverso]
Asi mismo decimos nosotros Miguel Arnal Francisco Pastor, Domingo
Nuez y Juan Simon, como alcaldes y regidores y ayuntamiento
que somos del lugar de Blessa que nos obligamos a suplir las 50
L Jaquesas que costara el conducir los materiales para el orno
traxendolos de concexada y vecinalmente. Por tanto pidimos
y suplicamos a V.Sª muy I. Señor Dn Ignacio Segovia,
como a Juez Protector de la concordia del lugar de Blessa se sirva
mandar y dar su decreto para que se pague de los vienes de dicha
concordia lo tasado por los dos maestros obreros menos lo dicho
50 L que nos obligamos a suplir vecinalmente y confiados en la
gran piedad y justificación del V. Sª ponemos esto
nuestra suplica en manos de V. Sª para que nos provea del
remedio.
Yo Francisco Pastor alcalde
yo Domingo de Nuez regidor
Yo Juan Simon regidor
no firma Miguel Arnal alcalde por no estar en el lugar.
Estando todas las partes tan conformes y bien expuestos sus gastos y lo que se podía ahorrar haciendo trabajos los vecinos a concejada el Sr. Juez Segovia, protector de la Concordia, dio su autorización.
Zaragoza y [14/12/1736]
En vista del memorial de este lugar declaraciones de Matheo
Perez y Juan Bailo Maestros albaniles, el informe de los
conservadores puesto a su continuación; se manda
que los del Gobierno de dicho lugar con intervención de los
conservadores formen carteles para el remate de la fabrica del orno
de cozer pan [horno de cocer pan] que de nuevo
se ha de hazer, poniendo en ellos para su remate la compra del sitio,
manos de oficiales, yesso, madera, texa, adobes, piedras para la
olla, sal, puerta y tableros, los quales se fixen assi
en el dicho lugar como tambien en otros convezinos donde haya artifizes
con señalamiento del dia para su remate, el que se hara por
dicho ayuntamiento con intebención de los mismos conservadores
y publico Pregon, candela encendida y demás solemnidades
prebenidas por drecho teniendo para ello presentes las declaraciones
de los dichos Matheo Perez y Juan Baylo, siendo de la obligación
de dicho lugar por becinal o Azofra la Condución de materiales
con lo demás nezesario para la dicha obra por la utilidad
publica que de ella se sigue, y efectuado que sea el dicho
remate se remita testimonio con insercion de la capitulación
para su aprovacion, y en su vista probeher lo que convenga:
Así pues, casi seguro que o bien el horno Bajo de la calle homónima o el horno Alto (o Viejo) de la calle la Hilarza fue levantado en 1736 o en el año siguiente por necesidad vecinal.
Si queremos consultar una verdadera capitulación de obra de horno (no su presupuesto) puede leer una del pueblo de Lécera (Zaragoza) en en FRANCO ANGUSTO, Jesús M. (1991) Lécera. Una villa aragonesa en el siglo XVIII. Ayuntamiento de Lécera. pág 173-176, donde trascribe un protocolo del Archivo Histórico de Belchite.
Comparación con otros hornos subastados en las desamortizaciones del siglo XIX
El precio pagado en subasta en por los dos hornos de pan de Blesa delata que debían de ser bastante capaces y estar en buen estado, pues es relativamente alto comparado con otros hornos de pan de pueblos del entorno.
Seleccionamos de diferentes Boletines de Ventas de Bienes Nacionales de entre y , los precios de su salida a primera subasta, o segunda si no había compradores en las primera; de algunos sabemos el precio que alcanzaron. Por las fichas de las fincas sabemos que casi todos tenían una superficie que rondaba los 100 m². En la siguiente relación destacan por su alto precio los molinos de ciudades como Alcañiz, que apuntamos como ejemplo.
Localidad | 1ª subasta | 2ª subasta | Precio de venta |
Alcañiz (3) | 51.300 67.500 25.000 |
26.000 30.000 22.500 |
|
Allueva | 1.800 | ||
Armillas | 11.362,50 | ||
Bádenas | 5.800 | ||
Bea | 2.000 | ||
Blesa (2) | 8.040 8.040 |
||
Cella | 7.600 | ||
Cortes | 5.858 | ||
Cuencabuena | 900 | 1.600 | |
Fonfría | 1.100 | 1.250 | |
Josa | 10.200 | ||
La Hoz de la Vieja | 34.987,50 | 7.000 | 11.610 |
Loscos | 11.250 | 2.500 | |
Maicas | (12.150) 7.200 | 4.500 | 6.661 |
Martín del río | 6.750 | 6.500 | |
Mezquita de Loscos | 1.440 | 2.400 | |
Monforte | 2.250 | 4.200 | |
Muniesa | 18.720 (o 24760) | 6.200 | 14.000 |
Muniesa | 11.000 | 4.510 | |
Piedrahita | 1.260 | ||
Rudilla | 1.860 | 2.010 |
Los pueblos de la sierra tenían hornos de pan muy pequeños a la vista de su precio de salida o remate. El caso de Muniesa es distinto al de Blesa, ya que tenía dos hornos de pan, pero uno era claramente el principal, siendo el otro pequeño o en muy mal estado. En algún caso el precio de venta era superior al de subasta (Monforte, Rudilla, Mezquita), pero en otros la poca demanda o interés motivo una baja recaudación (caso de La Hoz de la Vieja, o el segundo de Muniesa).
Donde hay hornos hay... horneros
Sabido es que la forma de funcionamiento de los hornos municipales era que cada vecino llevase su propia masa trabajada y luego les diese la forma ('adelgazar') de panes o bollos. A cambio de la cocción pagaban al hornero, o bien en pan (la poya), o en dinero, como se implantó en la segunda mitad del siglo XX.
La existencia de panaderías tenía en aquel entonces poco sentido, salvo para número de clientes muy concreto que no se "mancharía las manos", como pudieran ser algunos funcionarios o miembros del clero, y alguna gente muy anciana.
Entre -69 aparecen en la contribución dos horneros (¿o propietarios?), Francisco Ferrando Puche (en la calle Mayor), y Joaquín Calvo Benedit (en la calle del Medio). Pero desde la contribución de , cambian los criterios de las señas de los individuos y entonces pagan la contribución: Francisco Ferrando, que vive en Muniesa, y Joaquín Calvo en Azuara.[8] Se trataría de verdaderos propietarios absentistas de los dos hornos que existirían entonces, no de los horneros.
El caso de los hornos de pan de Blesa es uno más, que apoya la generalización de que las propiedades compradas por "subasteros" en el periodo de las desamortizaciones, permanecían poco tiempo en sus manos, ya que compraban los bienes comunales para especular con ellos. Seguramente estos propietarios de Muniesa y Azuara pagarían por los hornos mucho más de aquellos 8.040 reales.
En [9] y , según los respectivos censos electorales,[10] había dos horneros: Miguel Gascón Valiente, 52 años (en el 1897), en la C/ Baja, y Manuel Lou Domingo, 38 años, en la C/ Mayor. Las direcciones son las de sus domicilios. Seguían en activo en .[11] En el censo electoral de sólo figura Manuel Lou.
: Horno de pan sin venta: Manuel Lou Domingo (¿horno viejo?), Silvestre Ferrando Arnal (¿horno nuevo?).
: Justo Serrano Pérez (horno Nuevo) y Rafael Lou Allueva 'el hornero' (horno viejo).
: Justo Serrano (horno Nuevo), al que ayudaba su hijo Santiago cuando era soltero; y Pedro Lou Allueva 'el hornero' (horno Viejo).
Figuran ya tres hornos sin venta: Justo Serrano
Pérez[12] (horno Nuevo), Pedro Lou Allueva (horno viejo), y el
nuevo horno de la calle Hilarza, regentado por Salvador Nuez
Plou.
II. Los últimos hornos de pan
l comenzar vivían en Blesa 973 personas, (dos tercios de los que lo habitaban veinte años antes), y los hornos abrían todos los días salvo los domingos.
En los hornos se concentraba parte de la vida social del pueblo, pero sólo cuando hacía frío. Los grupos de amigos del hornero "se apretaban" allí en las largas noches de invierno para calentarse, hablar, cantar y "echar algún gato al horno", como broma cruel.
Tres fueron los hornos que se mantuvieron abiertos hasta el final de esta actividad en Blesa, como fiel reflejo de la vitalidad de la población.
El Horno Viejo
Su local e instalaciones existieron hasta el año 2000 aproximadamente, sito en el nº 38 de la calle la Hilarza, lindando con el primer callizo de la calle por ese lado.
Como hemos dicho más arriba, el "Horno Viejo" de Blesa era el nuevo y lógico nombre del que fuese tradicionalmente el "Horno Alto". En el siglo XX también se conocía como 'el horno de las Fabianas'. Pero antes de ello sabemos que otro de los hacendados locales de la época de entre siglos, General Forniés y Calvo, lo compró a D. Joaquín Calvo Blasco, el .[13]
Durante décadas, el hornero (que no el propietario) fue Manuel Burillo.
Tras la guerra civil, de a sólo funcionó en Blesa este horno de pan, (sin venta). Tomasa Lou Allueva (mujer del anterior) era la hornera del de horno, y lo tenía arrendado a las Fabianas. Tras ella, lo regentó su hijo José María Burillo durante décadas.
Tras estar cerrado un tiempo estuvieron de horneros Josefa Burillo (también hija de Manuel Burillo y Tomasa Lou), y su marido Joaquín Iranzo el Monevino.
Se volvió a cerrar otros pocos años y se reabrió durante unos dos o tres años por Antonio Lou (ayudado por su hermano José y su madre Balbina). Él, aprendió el oficio en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), y cuando volvió a Blesa "trajo las barras de pan", que hasta entonces no se cocían en los hornos blesinos.
Ellos fueron los últimos en llevar el horno Viejo, que terminó su vida laboral en los años 60. Tras ello estuvo parado durante unas cuatro décadas hasta su conversión en cochera.
Recuerdo muy bien el aspecto del horno, con una fachada de muro forrado de yeso, una gran puerta de dos hojas en el centro y sendos ventanales altos a cada lado. El lateral, que daba al primer callizo de la calle la Hilarza, era de tabique moruno, con una pequeña base de piedra. El horno sólo tenía una altura.
Como anécdota, Aurora Muniesa nos cuenta, que la trampilla de este horno, tenía asas, en lugar de palancas de apertura, como hemos podido ver en el Nuevo y el Ramón Plou.
El Horno Nuevo
En la calle Mayor todavía se conserva parte de la instalación del horno de pan, que aún conserva el estilo primitivo, ya que el local no se reutilizó como vivienda ni garaje, sino que fue ocupado parcialmente por la actual oficina de la caja de ahorros de Ibercaja.
Este horno lo promovió una sociedad anónima, encabezada en parte por la familia de los Castellanos. Se crearía la sociedad sobre , o quizás antes, y su propiedad estaba dividida en acciones de 25 pesetas cada una.
Los accionistas a 31 de diciembre 1918 eran los siguientes (el último número indica cuantas acciones poseían):[14]
|
|
Con posterioridad a estos accionistas, fueron llegando otros blesinos a la sociedad, a menudo por herencia de sus familiares (algunos ya eran accionistas y adquirieron más).
22/05/1921 | Martín Pérez, Juan | 6 |
22/05/1921 | Martín Pérez, Paulino | 6 |
26/02/1930 | Artigas Colás, Pedro | 1 |
26/02/1930 | Blasco Calvo, José | 1 |
26/02/1930 | Lou Bello, Aquilino | 1 |
26/02/1930 | Lou Bello, Mariano | 1 |
26/02/1930 | Mercadal Lou, Melchora | 1 |
26/02/1930 | Serrano Lou, Ángel | 1 |
01/01/1932 | Martín Mercadal , Martina | 3 |
01/01/1932 | Serrano Ortín, Mariano | 2,75 |
01/01/1933 | Artigas Ruiz, Gregorio | 2 |
31/12/1933 | Bartolo Artigas, Ángel | 3 |
31/12/1933 | Castro Lahoz, Andrés | 3 |
31/12/1933 | Pérez Lou, Faustino | 1 |
31/12/1933 | Serrano Salas, Antimo | 1 |
[31/12/1933] | Garcés Bardají, Florián | 3 |
[31/12/1933] | Mercadal Pérez, Tomás | 1 |
[31/12/1933] | Simón Royo, Eliseo | 2 |
3[1]/12/1933 | Mercadal Pérez , José | 3 |
¿? | Bartolo Burriel, Basilio | 1 |
En la posguerra, el horno Nuevo permaneció cerrado varios años. Entre y Félix Guallarte, fue comprando todas las acciones que pudo a los propietarios. Cuando al fin fue suyo, procedió a arrendarlo, con lo cual volvió a funcionar, y a haber dos hornos en Blesa.
De esta forma, fue arrendado y puesto en marcha de nuevo por la familia Muniesa Bardají (los Chanfa) entre (o quizá incluso un poco antes) hasta aproximadamente. Esta familia de emprendedores, no tenía tradición de horneros de pan, pero les enseñó Rafael Burillo un año o poco más, y aprendieron. Aunque toda la familia podía ayudar, las que llevaban el horno y más sabían eran las hermanas Aurora y María. Los hermanos se ocupaban sobre todo de limpiar el horno. Aurora estuvo en él hasta 1958, en que se casó; la familia dejó este negocio cuando María se marchó de Blesa.
En este periodo, nos cuenta Aurora, que ya cobraban el pan con dinero: lo pesaban y cobraban a tanto el kilo. Se siguieron pagando en especie los otros productos. Nos recuerda que cobraban 2 de cada 30 roscones, o 1 de cada 40 magdalenas.
La familia Muniesa no sólo hizo pan para Blesa. Durante los años al 58 aproximadamente llevaban pan a los pueblos de Huesa y Moneva, un día a cada uno. Lo llevaban a las tiendas de Ernesto en Moneva y de Luis Redondo en Huesa del Común.
Instantáneas tomadas en el Horno Nuevo de Blesa. Fotos FJLA (2003)
El horno de Ramón Plou
Este horno está situado al final de la calle la Hilarza (actual número 6). Fue puesto en marcha sobre por Salvador Nuez Plou.[15] Salvador era agricultor, pero se quiso quitar de la tierra y montó este pequeño horno cuando funcionaban otros dos más en Blesa. La vocación de este horno fue ser principalmente panadería, vender el pan que ellos mismos realizaban. Vendían en Blesa y otros pueblos. Además de ello, la gente acudía a hornear aquello que no podían hacer en su casa, como magdalenas y o similares.
La guerra civil truncó también la carrera de este horno. Tras varios años parado por causas habituales en la posguerra, lo reabrió el matrimonio de Florencio Salas y Regina Plou, hermana de Ramón. Regina (sobrina de Salvador Nuez) lo tuvo abierto 13 meses, y aunque les iba muy bien, sobre 1956 emigraron a Zaragoza. Regina también nos recuerda que aunque en tiempos de su tío Salvador utilizaron carbón, ellos quemaban leña, aliagas y los tallos secos que quedaban tras la destilación del espliego, que por entonces tuvo un importante auge en Blesa. Este espliego desecado ardía muy bien y lentamente y era excelente para hornear.
Tras Regina estuvieron de horneros Salvadora (tía suya) y su marido Julio Salueña.
Cuando Salvador Nuez quiso vender el horno se lo compró su sobrino Ramón Plou Nuez. Ramón aprendió el oficio de hornero con un panadero que trajo de Belchite, que llamaban “El Picota”. Ramón (hermano de Regina y José Plou) nos recuerda que había mucha competencia entonces.
El horno estuvo en funcionamiento hasta 1967.
Ramón Plou todavía conserva en su la casa el horno, así como una amasadora que tienen en el patio. La fuerza para la maquina de masar la proporcionaba una mula que daba vueltas en lo que ahora es su cocina, y que se transmitía a la amasadora a través de un malacate.
Panaderos sin horno
Si bien era mayoría la población que fabricaba su propio pan, había quien se ganaba unos ingresos extra fabricando pan. El registro de estos panaderos sin horno debe ser muy incompleto.
De conservamos la noticia de la existencia de una "Tienda de pan" en Blesa, regentada a Josefa Ferrand.[16]
En figuraban dos personas dedicadas a Venta de pan: Ignacio Arnal Bailo y Francisco Marco Castro. Faustino Pérez Lou se dedica a Venta de pan con tienda.
En vendían pan Mariano Martín Salas y Salvador Nuez Plou, que este sí montó su propio horno en la calle Hilarza.[17]
También fue panadera en Blesa Pilar Lou Naval, y su hija Aurelia Artigas sobre o 1957 y durante cuatro o cinco años. Se dedicaban a hacer pan, que masaban con una máquina con manil ('manubrio') que les hizo "el tío Manuel Provincial" (carpintero local y padre del también también carpintero y carretero José Provincial). Los agricultores locales no tenían suficiente harina para proveer a los panaderos de Blesa, así que debían adquirirla en las fábricas harineras de Muniesa o Moyuela. Tras preparar la masa la llevaban a cocer a cualquiera de los dos hornos. Vendían su pan a algunos blesinos, pero sobre todo a Huesa del Común.
Hornos y política
La división política que poco a poco fue marcando a los vecinos desde las primeras décadas del siglo XX, también tuvo su reflejo en la creación y competencia por los hornos de pan. El horno viejo estaba en mano de una familia rica de la localidad. Durante la época de la Restauración ellos simbolizaban lo que se ha llamado caciquismo. Algunos miembros del nutrido grupo de blesinos que fundó el "horno Nuevo" de la calle Mayor, no pensaba sólo en construir un horno, era una suerte de sociedad donde estaban muchos de los republicanos de aquellas décadas de entre siglos. A medida que las ideologías se iban haciendo más marcadas, el horno nuevo se señalaba como de los de izquierdas, y el viejo de los de derechas, más o menos como ocurría con los cafés. A pesar de eso, no es poca la gente que me dice que iban a uno o a otro.
Irene Serrano nos cuenta, al respecto, la anécdota de cómo una de sus bisabuelas, madre de Simona Lou, trataba de que sus hijos o nietos fueran a masar al horno Nuevo, donde tenía por lo visto acciones (no sabemos a nombre de quien). Alguna reticencia debían de ponerle por lo que ella los amenazaba con no dejarles las acciones en herencia. Pero, en febrero de 1930, comprobamos como cinco acciones que fueron de Dámaso Arnal se repartieron entre los familiares.[18]
Ramón Plou Nuez, delante de su horno, bastante bien conservado
en el interior de su casa. Fotos FJLA (2003)
III. Trabajando en el horno
Recogiendo combustible
antener un horno caliente y a punto podía consumir mucho combustible, unas tres cargas (equivalente a 24 fajos). El término de Blesa había sido prácticamente deforestado por la actividad humana durante siglos, y los actuales pinares del norte todavía se estaban plantando; la madera era más valiosa como materia prima para carpintería o material de construcción para las casas. Por ello, los hornos de pan y yeso de este lugar, solían quemar fajos de aliagas, estepa y otras plantas adecuadas. Como hoy en día las aliagas (aulaga) no tienen utilidad para los vecinos, estas plantas crecen a su libre albedrío y podemos caer en la falsa percepción de que debía ser una planta muy abundante y fácil de recolectar. Pero lo cierto era que, debido al esquilmado a que se sometía a las aliagas, la recolección de suficientes fajos no se podía hacer sin recorrer distancias apreciables.
Mi tío Ismael Allueva, cuando era joven, se ganaba unos duros llevando cargas de aliagas a los hornos del pueblo. En aquellas décadas de la posguerra le pagaban unas veinte pesetas por carga (una carga tenía ocho fajos). Como decíamos antes, recolectar las aliagas no se hacía a la vuelta de la esquina. Anselmo 'el Noble', padre de Ismael, era pastor y sacaba el ganado por los parajes del norte de Blesa donde recogía aliagas durante el día y le preparaba los fajos. Por la noche le decía a su hijo donde los había dejado e Ismael los iba a recoger con el burro.
Otros blesinos nos han recordado que había quienes traían mucha leña para los hornos; normalmente se dedicaba a ello gente ya mayor para otros trabajos. Recuerdan especialmente al tío Fidel, y Manuel Lou (padre de Mateo). Uno de los que más traía (según nos dicen) era Francisco Artigas Gracia 'El Chache', que tenía dos borricos y carro; hacía una carretada y había días que hasta dos; una la solía llevar a la fábrica de yeso de 'los Chanfa', en el balsete Royo, y otra a los hornos de pan "en las cuatro esquinas".
El trabajo del hornero
En otros pueblos con menos población, como el cercano Piedrahita en la sierra de Oriche, en los años 30 el horno era del Ayuntamiento, se encendía tres días a la semana y como no podía haber un hornero que se mantuviese, cada familia del pueblo debía encargarse, por rotación, de recoger la leña, prepararlo para su uso y limpiarlo.[19]
La labor en el horno comenzaba ya el día anterior. El horno se calentaba desde las 9 de la noche hasta las 12. Metían la leña a un lado del horno, dentro de la misma cúpula donde cocerían el pan. Tras preparar el horno, que alcanzaba una elevada temperatura (unos 250ºC), ya no había que calentarlo más, con el calor residual se cocían panes toda la noche, y repostería de menor tamaño ya de día, cuando el horno estuviera más frío.
Sacaban las cenizas del horno con un barrastro hasta cerca de la boca, donde las recogían con una pala de hierro. Los hornos tenían un lugar dedicado a guardar las cenizas, que a menudo tenían aún brasas (como recuerda muy bien Adolfo Guallarte, que una vez, jugando de pequeño, se escondió dentro, con las lógicas consecuencias).
El hornero u hornera colocaba los panes elaborados por los clientes en una larga y fina pala de madera, cuyo mango era capaz de llegar al último rincón del interior del horno.
El tiempo de cocción, aunque dependía de lo caliente que estuviese el horno, venía a durar unos treinta minutos.
La capacidad de los hornos era elevada. Según nos contaba Aurora Muniesa, en el que ellos regentaban en la calle Mayor cabían unas tres treintenas. Hacía falta habilidad para rellenarlo bien, y dejar la separación entre los panes.
José Lou nos cuenta que el interior del horno Viejo tenía 5 m de longitud y unos dos de altura, (te podías poner de pie).
El hornero cobraba la cuarentena, que consistía en quedarse con uno de cada cuarenta panes cocidos. Y cuando cocían magdalenas o mantecados amasaban 4 de cada 40 para el horno. Esta forma de pago era conocida como poya, y "se debía repartir entre el hornero y el dueño por una parte, y los vecinos que ponían la leña por otra".
Según nos cuentan, sólo tenían báscula para pesar los panes en el horno de Pascuala (el de Ramón), donde podían pesar y cobrar el pan en dinero, mientras que en los otros dos hornos no la había, y se pagaba en especie.
Preparación de la masa y el pan
Era necesario madrugar mucho cuando había que ir a cocer el pan, porque sólo se cocía por la mañana, y la masa del pan hay que prepararla esa misma noche, pues no se conserva. Se solía hacer pan cada quince días, dependiendo de la casa y las disponibilidades de cada uno. Como había muchas familias en Blesa se podía coincidir con muchos vecinos el mismo día. Por ello, la tarde anterior se sorteaban los turnos para la madrugada siguiente. Sacaban una chapa de una bolsa, y el número que indicaba era a la hora de la mañana a que tenían que acudir; daban hora desde las 2 ó 3 de la madrugada hasta 1 o 2 de la tarde.
Las mujeres se levantaban hacia las 4 de la madrugada para comenzar a amasar en su casa, en una artesa, la harina, con agua caliente, levadura y la sal. Previamente podían haber porgado la harina en el ciazo.[20]
La masa preparada se depositaba en una "canasta del pan" de mimbre y se tapaba con las maseras (un trozo de sábana blanca) y encima con el mandil (que es de lana), con la intención de conservar el calor necesario para que se produzca la fermentación controlada. Para conseguir levadura le iban a pedir un poco de masa a la última mujer que había masado, que mezclaban con la suya. La masa tardaba unas tres horas en "subir" (crecer, hincharse).
Podían juntarse varias mujeres en el horno y tener que esperar. Además, como se preparaban grandes hornadas y no cabían enteras, había que ir varias veces al horno a lo largo de la mañana.
Las familias preparaban un buen montón de pan en cada ocasión. Cuando mi abuela Miguela preparaba hornadas, hacían unas cuatro "ringlas" (ringleras, filas) de 15 panes cada una.
En las fotos anteriores se ve la sala del horno de pan, y la cúpula
del horno, convertido en Museo de pan en La Hoz de la Vieja. Fotos
FJLA.
Ramón Plou, que era panadero además de hornero, nos comentaba que con 100 de harina de muy buena calidad podían obtenerse unos 130 kilos de pan. Otros vecinos nos lo recordaban en arrobas, "con una arroba de trigo (12 kilos) salían unos 15 kilos de pan".
Aurora nos cuenta que había algunos días que trabajaban hasta las seis de la tarde.
Para llevar la masa al horno se empleaba el balluarte, un par de palos unidos por dos trancas en las que encajaba la canasta del pan. Los panes eran moldeados en el horno en unos largos tableros puestos para tal fin.
Todavía se conserva en muchas casas la panera, una tabla fina y ancha para llevar los panes sin cocer desde los largos tableros del horno a la pala, pues cada cliente tenía la suya propia. Para que el pan no se pegara a la pala y "que corriera bien" las mujeres echaban un poco de remoyuelo (una harina de tercera clase que resultaba como subproducto de la molienda del trigo) bajo él.
Las mujeres acudían al horno con su "caja del horno" donde llevaban harina (por si hacían algún bollo nos cuenta Aurora), remolluelo (para que no se pegue el pan), los moldes de marcar, rasera...
Todo este trabajo se realizaba una vez cada diez o quince días al menos. Se masaba mucho en cada ocasión porque era una forma de concentrar el trabajo y economizar pan. ¿Economizar pan? Pues si, ya que según nos cuentan los más mayores, "cuando el pan estaba recién hecho entraba muy bien" y a medida que se endurecía no se comía en tanta cantidad.
Para conservar el pan tantos días sin que se endureciera lo guardaban en dos lugares: los primeros días sobre el "cañizo del pan", un cañizo colgado por cuatro cuerdas del techo del granero, sobre el que se colocaban los panes, para que se ventilaran y secaran bien sin florecerse, además de evitar el acceso a los ratones. Cuando pasaban unos ocho días, se pasaba a conservar dentro de un armario y cubierto por un trapo. A pesar de las precauciones, nos cuentan que en alguna ocasión algún ratón se abría paso a través del armario y se comía el interior del pan, dejando la corteza.
Al rico...
A partir de la masa, que 'adelgazaban' hasta darles forma, las mujeres hacían panes redondos o panes planos guitarras (también conocidas como cañadas). Las barras de pan eran desconocidas, salvo en una etapa muy tardía. Las cañadas se podían comer enseguida, mientras que los panes, como llevaban mucha miga y se podían apretar en el estómago se dejaban reposar varios días en los cañizos y armarios antes de consumirlos. Para celebrar las bodas, las familias preparaban sólo guitarras, pues era más práctico para comer y untarlo en el chocolate.
Los panes se hacían "cortados" (con una cortada para que no se infle demasiado), o con idéntica función, marcándolos con un instrumento llamado "molde de señalar" o "señalador", consistente en un troquel metálico (por ejemplo, un mango terminado en varios círculos huecos) con el que se estampaba la masa del pan.
También nos recuerdan que con la masa sobrante de la masa, que ya no daba para un pan, las mujeres solían hacerse una torta resobada, que era la misma masa, pero mucho más amasada, como un poco de aceite, de la se obtenía una especie de pan más espeso y muy bueno, que guardaban para la merienda.
Incluso en las casas más pobres se hacían magdalenas ('margaritas' en el pueblo) y mantecados para los días de fiesta, sobre todo en la fiesta de la patrona Santa Ana. También solían elaborar algún bollo haciendo una masa redonda, en cuyo centro hacían un hueco para depositar aceite, azúcar y una poca harina, tras lo cual lo doblaban por la mitad. Quienes tenían nueces podían añadirlas a estos bollos para hacer unos sabrosos y nutritivos bollos de nueces. Y además existía y existe el bollo con sardina, que elaboraban los particulares, con la masa del pan en forma de bollo y una sardina rancia.
Aurora también nos recuerda que hicieron galletas, (que empezó haciendo Regina en su horno de la calle la Hilarza). Las hacían con vainilla y esencia de limón, y utilizaban un molde que les hizo el tío Ponciano el Herrero.
Para la fiesta de San Pedro preparaban panecicos redondos, en Semana Santa roscas, y en Navidad una especie de pastas con forma de gallico, llamadas así, con la misma masa que se hacían las roscas.
En las casas no había hornos en el sentido actual, por lo que los vecinos utilizaban los de pan para cocinar asados, como las tradicionales cabezas (de oveja) asadas. Este servicio se pagaba con dinero, uno o dos reales nos dicen sin precisar cuando (un duro a última hora).
Otras pastas menos populares (porque "eso era de ricos") eran los enrejadillos, que se hacían a base de harina de almendras escaldadas (previamente molidas), huevo y azúcar. Esta masa tan especial no llevaba levadura (no subía). Colocaban una pequeña capa sobre papel de barba del estilo de las magdalenas y... al horno. Aurora nos recuerda que de cada treinta les daban dos, pero como se hacían pocas y pocas veces... Sólo hacían enrejadillos la tía Cristina, las Fabianas y la tía Herrera.
Los blesinos nos recuerdan que también elaboraban farinetas, unas tortitas echas con harina de menudillo, al que se añadía ocasionalmente 'chichorretas'[21], pero no era un producto que se hiciera en los hornos, sino en la sartén.
Triste adiós
Llegó un momento en que Blesa fue pasto de la brutal emigración, no quedó suficiente población para hacer rentable el funcionamiento de hornos de pan grandes ni pequeños, ni herrerías ni carpinterías, ni tiendas... El último horno en cerrar fue el más pequeño y moderno, el de Ramón Plou.
Tras ello, Blesa, que había exportado pan, pasó a recibirlo desde los hornos de Muniesa. Al principio de dos, que se vendían en una tienda y un despacho de pan. En la actualidad lo recibe de un sólo horno que se vende en el despacho de pan de Anita y Fermín.
De aquella estupenda repostería casera nos quedan hoy los testimonios de los blesinos, pero también los estupendos mantecados de Moyuela, las tortas de nueces, los bollos de sardina de Muniesa...
El único horno con sensor de temperatura era el de Ramón.
Lugares a visitar
MUSEO DEL PAN - LA HOZ DE LA VIEJA (Teruel)
En la Asociación Cultural "La foz y el castiello" inauguró un bonito y didáctico "Museo del pan" en uno de los hornos del pueblo, que han restaurado. En él han recopilado material relacionado con todas las tareas de la fabricación de la harina y el pan, la siega, distintos tipos de panes.
Además, cuentan con fotografías antiguas de estas labores y un hermoso montaje audiovisual en el que aparecen molinos de Blesa y un blesino trillando con un burro.
Precio: 2 euros, grupos de más de 15 personas 1 euro, menores de 14 años gratis. Llamar al 639 711 353.
CUEVAS DE CAÑART (Teruel)
Conserva un horno de pan intacto, de los tiempos de la Edad Media, con arquería apuntada, sin manipular ni restaurar, aún ahumado, por los siglos de uso.
BELCHITE (Teruel). Museo Etnológico.
Recoge las formas de vida y producción agrícolas tradicionales hasta bien avanzado el siglo XX en la zona central de Aragón. Se pueden visitar las salas de siega, de la trilla y de fibras vegetales.
Sábados y domingos: mañana y tarde. Todos los días para grupos previa concertación de visita: 976 830 003.
CENTRO DE INTERPRETACIÓN LA CASA-MUSEO EL MOLINO BAJO en BLESA
Después del campo, en los molinos era donde comenzaba el proceso que han convertido históricamente los cereales en pan. En la casa-museo molino Bajo enseñamos a niños y mayores las herramientas de la molinería y alguno de sus trucos para hacer buenas harinas. Y muchas anécdotas: estraperlo, escondites, los motores de los diferentes molinos, como se reconvirtieron en otras industrias antes de desaparecer... [http://rutas.blesa.info/centro-interpretacion/]
Además, en las escasas aguas del río Aguasvivas, los antepasados levantaron muchas obras para asegurar el agua a los numerosos molinos harineros, y en el centro de interpretación podrás ver las que se acumularon desde época romana hasta el renacimiento (azudes, presas, canales...), en un curioso museo al aire libre entre Teruel y Zaragoza.