El día 26 de Julio de 2008, festividad de Santa Ana, patrona de Blesa, durante la tradicional procesión por las calles del pueblo, los campaneros bandeaban la campana con su vivo ritmo de volteo. Al mismo tiempo, el olvidado Campanico, en un tono más grave, le contestaba alegremente con un rápido repique desde su nuevo madero, despues de años de silencio. Esta es la historia de su recuperación.
Cuentan los más mayores que antiguamente en Blesa había 4 campanas, que con sus diferentes tonos, ritmos y usos marcaban mediante el sonido el tiempo y la vida del pueblo. Además del uso particular de cada una, durante la procesión de Santa Ana las cuatro campanas unían su repicar en alegre bandeo, es decir, en lugar de tocar mediante el simple golpeo del badajo, los mozos del pueblo hacían girar las campanas sobre sus ejes de forma continua produciendo una festiva algarabía de tañidos.
A ellas habría que añadir dos campanos: Uno era el situado sobre la Casa del Lugar, utilizado esencialmente como alarma en acontecimientos importantes que requerían la ayuda de todos los vecinos, como incendios y otros sucesos. El segundo estaba situado en el tercer tramo de la torre, por encima de las campanas, que se encontraban en el segundo piso, y era utilizado para anunciar fallecimientos de niños, en lo que era el llamado "toque de mortejuelo".
¿Por qué campanas y campanos? La diferencia esencial consiste en que las campanas cuelgan del eje que las sustenta, tienen badajo pendulante, y además el eje permite girar a la campana verticalmente por completo, de modo que es posible bandearlas. Por el contrario los campanos no son móviles, sino que permanecen fijados por encima a un madero o soporte horizontal mediante una barra de hierro, como si de una sombrilla o seta se tratase. Para hacerlos sonar se les golpea por la parte superior con unos martillos, normalmente anclados al madero y conectados a la base de la torre mediante unos cables. De este modo no es preciso subir hasta el nivel en el que se encuentran para hacerlos sonar.
En los años 40 las desaparecidas campanas fueron sustituidas por otra, bastante más modesta que sus predecesoras, pero que servía para “salir del paso” y cumplir con los ritos eclesiásticos que la requerían. En cambio el antiguo Campanico, que había logrado sobrevivir a la Guerra, fue olvidado. Inutilizados los mecanismos que permitían accionar los martillos, olvidada su luctuosa función de llamada a infante difunto, permaneció en el olvido durante 70 años, contemplando el transcurrir de la vida en Blesa en silencio desde su privilegiada altura.
Este año 2008, por fin, el reducido grupo de campaneros que aún se atreven a bandear cada año durante las procesiones de Santa Ana se planteó el reto de recuperar el Campanico, y hacer que uniera su voz a la de la única campana de la torre. El objetivo era que estuviera dispuesto para ser utilizado durante la procesión de este mismo año.
Lamentablemente sólo se reunieron todos los elementos necesarios para tratar de conseguirlo el día 25 por la mañana, víspera de la procesión de Santa Ana. Únicamente se contaba con un día de plazo.
La realización de esta empresa, o más bien de este capricho, no estaba exenta de dificultades:
- La primera era el simple acceso al tercer tramo de la torre: la angosta y empinada escalera de caracol estaba prácticamente bloqueada por cientos de kilos de excrementos de paloma, mezclados con bloques de yeso y trozos de madera.
- La segunda dificultad era que, una vez alcanzado ese tercer tramo de la torre, el Campanico se presentaba inaccesible, anclado en el centro de un madero horizontal de 8 metros de longitud, y a cuatro metros sobre el nivel del suelo.
- Si se conseguía acceder al Campanico, aparecía la siguiente dificultad: el madero, que en su parte inferior se veía perfectamente conservado, en la superior estaba descompuesto, agrietado, irregular, siendo casi imposible que una persona permaneciera sentada o de pie sobre él.
- Pero además, el eje de hierro que sujetaba el campano al madero estaba clavado en él más de 30 centímetros, y las tuercas que lo fijaban, totalmente oxidadas.
- Por si esto fuera poco, el peso del Campanico más el del eje eran de unos 50 kilos. Difícil desclavarlo y levantarlo a pulso y en vertical sin más base de apoyo que las irregulares aristas de un madero descompuesto, y a cuatro metros de altura.
- Por último, si se conseguía superar las anteriores dificultades, había que bajar el conjunto de forma controlada, y depositarlo suavemente sobre el suelo. Si por un error caía a peso desde esa altura, más que probablemente atravesaría el suelo del tercer cuerpo de la torre como si éste fuera de nata, y quien sabe si también el del segundo, pudiendo llegar a caer hasta el nivel de la calle. Esto era algo que en ningún caso podía permitirse que sucediera.
- Y una vez recuperado el Campanico, aún habría que bajarlo hasta el segundo nivel de la torre, fijar un nuevo madero que lo sujetara en una de las cuatro ventanas del campanario, e instalar en él el Campanico de forma estable.
Contando con los preceptivos permisos de las autoridades eclesiásticas y civiles, la jornada se inició con la planificación de todos los materiales que serían necesarios para llevar a buen puerto la maniobra: martillo, llaves inglesas, aceite, más un equipo de escalada mediante el cual se pretendía acceder hasta el campano.
Una vez en el tercer nivel de la torre, enseguida se vio la tremenda dificultad que supondría: después de escalar hasta el madero horizontal, y aun estando asegurado mediante el equipo de escalada, el voluntario debía reptar sin ningún apoyo por un madero irregular, en un equilibrio no sólo inestable, sino que además resultaba bastante doloroso. En esas circunstancias era impensable que además fuera capaz de desenroscar las tuercas oxidadas, sacar el campano del madero a pulso, y bajarlo con suavidad hasta el suelo. El equipo comprendió enseguida que habría que cambiar de estrategia. Pero ¿cómo conseguirlo?
Durante el descanso para comer, ya en casa, se realizó una "tormenta de ideas" de la que surgieron algunas propuestas bastante peregrinas, y ninguna convincente.
El equipo de rescate formado por Jesús, Enrique, Félix,
y Pedro Luis, posa ante el campanico en su nueva ubicación.
Foto: Luis Martínez Cortés
Finalmente, cuando alguno de los miembros del equipo ya abogaba por abandonar la aventura, empezaron a aparecer sugerencias que poco a poco daban algo de luz sobre el fututo del proyecto: ¿sería posible conseguir en el pueblo una escalera de aluminio plegable, lo suficientemente larga para alcanzar los cuatro metros, pero que pudiera ser desmontada en tramos cortos para poder subirla por la angosta escalera de la torre? ¿Sería posible, con la ayuda de dos gatos de los que los coches llevan para cambiar la rueda, extraer el campano con su eje en vertical y suavemente? ¿Sería posible asegurar el campano de modo que al quedar su eje fuera del madero, no cayera desde la altura, sino que quedase colgando de unas cuerdas de escalada?
El día 26 de Julio de 2008, festividad de Santa Ana, patrona
de Blesa, durante la tradicional procesión por las calles
del pueblo, los campaneros bandeaban la campana con su vivo ritmo
de volteo. Al mismo tiempo, el Campanico, un tono más grave,
le contestaba alegremente con un rápido repique desde su
nuevo madero, en la ventana Este del campanario.
Por Pedro Luis Arqued
«El olvido es el verdadero sudario de los muertos.»
George Sand
(pseudónimo de Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant,
novelista y periodista francesa, 1804-1876)
Juan y Marisa, premio Katre 2008
Sincero homenaje a esta activa pareja
Como ya es tradicional, durante la cena popular de fin de fiestas celebrada el domingo 27 de Julio, y ante una Plaza Nueva repleta de público, la Peña “El Katre” hizo entrega de su premio “Katre” en la que ya es su 9ª edición.
Este año los galardonados han sido el matrimonio compuesto por Juan González y Marisa Carballar. Entre sus muchos méritos, el jurado ha tenido especialmente en cuenta los siguientes:
- Su permanente y activa colaboración en todos los actos
realizados por la Asociación Cultural El Hocino de Blesa,
aportando su esfuerzo personal y material.
- Su generosidad al ser siempre los primeros en ofrecer su casa
para lo que pudiera ser necesario. Sirva sólo a modo de ejemplo
el siguiente: el mismo día 26 y a falta de otro espacio adecuado,
la cedieron como comedor para la orquesta que durante la mañana
había dado un concierto en la iglesia.
- El hecho de haber convertido su casa en un verdadero museo etnográfico,
habiendo recogido en él numerosos instrumentos de la vida
cotidiana de Blesa del siglo pasado, manteniéndola además
abierta a la visita de todos los que quieran conocerla.
Hay que destacar además que Juan y Marisa no son hijos del pueblo, sino que vinieron a Blesa como invitados hace más de 20 años, lo que hace especialmente meritoria su permanente colaboración y su más completa integración en la vida de nuestro pueblo.
Ambos dirigieron unas emocionadas palabras de agradecimiento a todo el pueblo desde el micrófono del escenario, con especial recuerdo a la familia de Blesa que los trajo por primera vez, y en el que expresaron su sincero sentimiento de que ellos sí son de Blesa.
Por Pedro Luis Arqued