Peregrinación a Montserrat y Barcelona con la cofradía de la Virgen de la Aliaga

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"Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Con esta genial frase expresó muy bien el poeta sevillano Antonio Machado el espíritu viajero del hombre; el ser humano siempre está en camino, siempre está oteando nuevos horizontes o lugares que conocer.

Muchas veces ponerse en marcha hacia un destino es fruto de un deseo, de una ilusión, de una curiosidad, de un sentimiento, un poco de todo esto es lo que nos llevó a un grupo de personas a peregrinar el fin de semana del 20 y 21 de septiembre hasta la montaña de Montserrat y Barcelona, actividad organizada y dirigida por la Cofradía de la Virgen de la Aliaga.

En la primera jornada disfrutamos de la montaña de Montserrat que está situada en la zona prelitoral de Cataluña a escasos 30 km de la capital condal. Su fisonomía propia le confiere este particular nombre de "monte serrado" porque las caprichosas formas que parecen apuntar al cielo tienen forma de una sierra invertida simulando los picachos los dientes de la misma; la montaña siempre ha parecido estar destinada a la trascendentalidad del ser humano.

En sus cuevas los primeros hombres neolíticos encontraron refugio y en sus caprichosas rocas pronto se construirían ermitas donde los hombres piadosos huyendo del mundanal ruido se encontraban consigo mismos y con Dios, éste fue a grandes rasgos el nacimiento del Montserrat actual.

En el año 880 apareció entre resplandores en una cueva de la montaña la imagen de la "Moreneta" calificativo con que los catalanes llaman a esta imagen de la Virgen consagrando para siempre la montaña a la espiritualidad mariana; así en el año 1025 el abad de Ripoll, Oliba, mandó a un grupúsculo de monjes benedictinos a habitar las pequeñas ermitas de la montaña y desde entonces hasta ahora los benedictinos habitan la abadía, un oasis de diálogo y erudición que parece descolgarse de la montaña.

El grupo quedó admirado del entorno natural de la montaña y del conjunto de edificios que conforman el monasterio. En la basílica abacial presidiendo el retablo mayor se encuentra la imagen de la Virgen de Montserrat que veneramos tras celebrar la eucaristía en la cripta del templo. Tanto el rector como otros miembros de la comunidad hicieron gala de la tradicional hospitalidad benedictina haciéndonos de anfitriones y creando lazos de unión con los representantes de la Cofradía y los participantes de la peregrinación.

Sin lugar a dudas la magia y el misticismo de la montaña quedó grabado en nosotros como a lo largo de su historia ha penetrado en el alma de tantos hombres y mujeres, santos, peregrinos, creyentes y no creyentes, artistas, filósofos que han ascendido a Montserrat, pues como dijo el escritor alemán Goethe: "en ningún sitio encontrará el hombre la felicidad y la paz sino en su Montserrat interior".

La segunda jornada de nuestra peregrinación se desarrolló en Barcelona. En el corazón de la ciudad y sobresaliendo entre las fincas que constituyen el magnífico ensanche barcelonés despuntan las particulares torres del templo expiatorio de la Sagrada Familia, verdadera joya del modernismo catalán que congrega a sus pies a cualquier mortal que visita la capital condal.

Tanto el esteta como cualquier turista se queda como mínimo impresionado al contemplar esta basílica menor, ya que el estilo artístico en el que está edificada, pese a tener ya más de un siglo, sigue siendo tan vanguardista o más que en vida de su artífice, Antonio Gaudí, parece ser -o por lo menos en la Sagrada Familia- un estilo artístico totalmente intemporal incluso futurista de tan vanguardista que es.

Cuentan que cuando se le encargó a Gaudí levantar el templo expiatorio se sumió en una larga temporada de discernimiento y ayunos que lo llevarían al borde de la muerte, finalmente y para beneficio de la historia del arte decidió llevar a cabo el proyecto configurándole una visión personalísima que sigue impactando.

Tras la celebración de la misa dominical en la cripta donde reposa el promotor de la obra pudimos visitar y apreciar de cerca los mil y un detalles del templo. El grupo pudo admirar la belleza del conjunto que según Gaudí "es el resplandor de la verdad, y como que el arte es belleza sin verdad no hay arte". En esta obra la naturaleza está al servicio del arte, tortugas a modo de basamentos, troncos de palmeras como columnas, luz que emana desde todos los lugares provocan una atmósfera tan íntima que el visitante se queda anonadado al contemplar la obra magna del "arquitecto de Dios".

Una visita panorámica a la ciudad, la comida fraterna y el consiguiente tiempo libre, pusieron el broche de oro a un fin de semana en el que el grupo disfrutó sobre todo del buen ambiente que surgió en el viaje, pues ya sabemos que un viaje se mide en amigos no en kilómetros.

Por Álvaro Simón