La expo más antigua: Desde que habitamos aquí.

LOS VIAJES EN EL TIEMPO DE LA INFANCIA

El pasado marzo tuve el placer de visitar un barranco casi mítico en mi memoria, el barranco del Mortero en Alacón. No lo visitaba desde que de pequeños nos llevaron mis padres, junto a otros primos y amigos a ver las pinturas rupestres de Alacón.

Alacón

Por aquel entonces, al menos en algunos casos creo que no había ni vallas protegiendo esos restos antiquísimos del asentamiento de la humanidad primitiva por estos paisajes. Se podían hasta cometer la barbaridad de mojarlas, aunque te dijesen que no había que hacerlo.

Barranco del mortero en Alacón.

Los míticos hombres prehistóricos, que entonces solo veías en dibujos de tus libros de texto, habían dibujado aquello con sus manos y estaban aún ante tus ojos.

Entonces me pareció un viaje en el tiempo y en el espacio. Pero hoy me doy cuenta de que aquellas pinturas misteriosas están a solo unos catorce kilómetros en línea recta desde Blesa. Que no es mucho más de los 10 kilómetros que se pueden hacer andando tranquilamente una mañana desde Blesa al santuario de la Virgen de la Aliaga en Cortes de Aragón, por camino.

El barranco sigue siendo plenamente didáctico

Vi todos los abrigos de la cabecera de aquel lugar telúrico, rehundido en la llanura de la tierra. Un curso de agua modesto para las dimensiones del pequeño cañón, ahondaba una cueva y formaba una lagunilla a donde seguramente se acercarían a beber, desde tiempo inmemorial algunos animales o personas. Seguro que aquellas robustas personas de la antigüedad se sintieron en las entrañas de ese barranco como en el interior del útero de la madre tierra, porque tiene un poco de su forma acogedora, y las paredes de los acantilados abrazan y protegen. Quizá también por la fertilidad que implica el nacimiento de un cauce, aunque el pasado marzo no era más que un hilo de agua.

Las pinturas rupestres del barranco se descubrieron a finales de los años 40, el profesor Beltrán las estudió y dato en torno a 1970, pero se tardó en protegerlas y hoy en día se ven poco. También es verdad que aquellos agudos ojos infantiles tienen ahora el veterano mérito de desenfocar lo que intentan vislumbrar. Apenas descubría las siluetas, al contrario que mi hijo mayor. Lo que es disfrutar de los dibujos, hoy en día los veo mejor en las estupendas 300 páginas del libro “Corpus del Arte Rupestre del Parque Cultural Río Martín”.

Pero ahí no se puede disfrutar tanto del contexto en que se crearon como en…

...LA EXPOSICIÓN DEL CENTRO SOBRE LA PINTURA RUPESTRE

Y lo que sí puedo recomendar, pues es todo un placer, es visitar el renovado centro de interpretación Antonio Beltrán, en Ariño. Es uno de los seis centros del parque; no hay ninguno malo, son excelentes. ¡Pero este ha quedado tan bien, tras remozar la exposición!

Se disfruta de un discurso conciso que saca buen provecho a la multimedia, más interactivo. Te hace trepar gradualmente por el conocimiento que se ha acumulado, convierte al visitante en detective, porque te hace buscar… Y como cuando estás ante el tigre agazapado en la jungla, te sorprenden con las figuras que tu ojo pueril no había visto entre la textura agreste. Es una exposición que tiene mucho de juego, que entrena al ojo…

Y a medida que recorres la exposición incorporas experiencia, vas leyendo y entonces comienzas a ver mucho más... Cuanto han deducido o descubierto los historiadores y arqueólogos está ahí plasmado en viñetas mudas. Resulta que hay muchos menos cazadores que los que tu memoria ha retenido como iconos de las pinturas del parque... Y empiezas a ver danzantes, embarazadas, más que animales que tratan de escapar de peligros inminentes…

Actualmente, aparte de paneles interactivos donde aparecen las pinturas rupestres como por hechizo de chamán, hay una recreación de una cueva, audiovisuales y montajes muy chulos.

Y durante su visita comprenderás muy bien que hay dos etapas bien distintas en la mentalidad artística de nuestros antepasados del río Martín, en el estilo de representar, tan distintas como un Goya y un Picasso. No desvelamos más.

Incluso puedes tener la suerte de concertar la visita y que te enseñe la exposición el mismo entusiasta y experto director del parque, el siempre afable Pepe Royo.

La verdad es que ilustra mucho ver a nuestra sociedad tal como era hace unos seis mil o diez mil años. Aprecias cómo sacaban el provecho a las tierras, a las plantas, a los huesos hasta el tuétano. Intentas comprender a esas gentes que seguramente no temían a nada, salvo quizá a esa noche fría con rayos y truenos con un cielo que podría caer sobre sus cabezas, que heredaron los celtas; al hambre y la sequía que quizá había que conjurar con sacrificios rituales; a esos momentos en la frontera entre el crepúsculo de la vida y la muerte; o a esos otros entre lo real y lo imaginado por el chamán de turno cuando su mente se materializaba en alguno de los animales de su entorno...

SIEMPRE HAY MÁS QUE VER EN ARIÑO Y EL PARQUE CULTURAL

Y ya que se está en Ariño se puede ir a los baños, al balneario y pasar el día y comer allí. O bañarte en el río, en la zona habilitada y hacer pícnic. O darte una vuelta sin alejarte de la carretera, justo aguas arriba del puente sobre el río junto a Ariño y el centro de interpretación, y ver las huellas de pisadas de dinosaurio.

Huellas de dinosario.

A menos de cinco minutos más arriba (andado por la carretera) está la última novedad, el tronco fósil que han consolidado hace un par de años. Además también está junto al centro de interpretación una de las sedes de Dinópolis, Valcaria, con sus simpáticos dinosaurios sacados de las minas de carbón de SAMCA, recientemente clausuradas.

Tronco fósil en Ariño (Teruel), y detalle de su corteza.

Por si todo ello fuese poco, entre Ariño y Alacón está Oliete, y a pocos minutos de paseo un calendario solar prehistórico que marca el equinoccio de primavera y el de otoño, con una pintura rupestre alusiva. Toda una demostración de que ese primitivismo que podemos achacar a personas del paleolítico, estaba ya mudando hacia una forma de vida asentada, que necesita del control del tiempo como medio de dominar a las plantas que domestican o domesticarán muy pronto. El parque cultural del río Martín es de lo mejor que podemos visitar, como senderistas, como curiosos o como padres.