Cultura y oficios de las gentes de Blesa

Otro cuento con misterio: El fin del mundo

Indice
Un cuento de Salvador Gisbert, basado en un suceso real
Unas conclusiones
Un romance burlón sobre "el fin del mundo"
Un romance de ciego auténtico sobre el Apocalipsis
Bibliografía y lecturas relacionadas

Cada cierto tiempo hallamos en la prensa histórica algún retazo de historia, cuentos o imágenes de la vida de los pueblos del norte de Teruel, de la mano de este personaje nacido en la localidad de Blesa, que se llamó Salvador Gisbert Gimeno (1851-1912). Tanto en su obra pictórica, como en su labor de recopilación de historia o leyendas utilizó frecuentemente imágenes y recuerdos de su infancia y juventud.

El siguiente cuento también es así, que como tal hecho confiesa que no ocurrió, pero podía haber ocurrido, ya que tuvo como base un suceso real, en 1878: la aparición de un gran animal en el cielo. Y como nos da la información que antes "había circulado con insistencia la preocupación popular de que estaba próximo el fin del mundo", hemos acudido a una de las fuentes de difusión de tales profecías, los romances de ciego. He trascrito dos, uno publicado en 1910, que es posiblemente una "adulteración baturra" de Casañal, y el segundo que es un auténtico romance apocalíptico publicado en 1861, recopilado por Caro Baroja, que sí debió ser, en verdad, asustadizo para un católico decimonónico.

o o o


Cosas de mi país
El fin del mundo

I

Hace mucho corrió la noticia por mi tierra que venía el fin del mundo.
Algunos periódicos de Madrid y de provincias, haciéndose eco de varias profecías dichas por no sé que profetas y sabios, habían dado pie a tan extraordinaria noticia, y el ciego Godoy de Huesa, vendía varios papeles y romances, que en prosa y en verso anunciaban también tan tremenda catástrofe. Varias comadres y beatas, ayudaron en mi pueblo a extender y propagar tan estupenda nueva, predicando y haciendo actos de penitencia y preparación para la muerte universal; siendo tanto el pavor y miedo que se apoderó de ciertas gentes al anuncio del terrible día, que hubo muchos hombres que confesaron y comulgaron fuera del cumplimiento parroquial, cosa que no habían hecho en su vida y aun algunos de ellos había que no cumplían con aquel precepto hacía una porción de años.
Pero en donde encontró más creyentes la voz del juicio final, fue entre el sexo femenino.
¡Oh! Con cuanto afán buscaron las mujeres en aquellos días, velas benditas para alumbrarse en las tinieblas anunciadas como precursoras de la disolución terrestre, escapularios, medallas, reliquias y agua bendita para rociarse y rociar las habitaciones en aquel terrible momento!
Fue tanta la agua bendita que se sustrajo aquellos días de la pila de la iglesia, que al fin el sacristán se quejó y con razón del abuso, pues hubo día de ellos que él, su mujer y sus tres hijos, no dieron abasto para llenarla.
Parece que había gentes, que regaban, bebían y guisaban con aquella agua.
¡Así iba en aquel tiempo las cosas en mi lugar!

II

Una de las mujeres que más crédito dio desde el primer día a la llegada del juicio final, y que más extendía y propagaba la fatídica noticia, fue sin duda la vieja zapatera que auguraba habérsele aparecido Jesús Nazareno en el alto de San Jorge, y que le había mandado prevenirse para el fatal momento, así como que predicara y exhortara a penitencia y enmienda a los demás vecinos del pueblo, cosa que hacía a las mil maravillas entre sus convecinas y parientas a quienes avisaba por favor, y de las cuales era creída y ayudada en predicar penitencia y perdón universal.
Los jóvenes en aquellos tiempos estábamos completamente aburridos; no había bailes ni diversiones de ningún género, las mozas no querían relaciones amorosas que no habían ya de realizase; el café había sido cerrado por falta de concurrencia y la conversión de la cafetera, y solamente el Joaquinón y su compañero Miguel-rana eran los que frecuentaban entonces la taberna, con gran escándalo de las demás gentes del pueblo.
Pero ellos no hacían caso de las exhortaciones y penitencias de los demás, y hacían bien. Habían hecho la resolución de morir alegres y seguían firmes en su propósito de emborracharse diariamente dispuestos a llegar al fin del mundo bien bebidos y en los dulces sueños y bajo el amparo del dios Baco. ¡Oh! Jamás se me olvidarán aquellas cómicas escenas! Cuando todas las tardes llenos de mosto salían por las calles dando tras pies y grandes voces diciendo: ¡Muchachas! ¡prepararse que viene la fin del mundo! ¡que se remege el suelo! Y otras cosas por el estilo, hijas de su estado y del buen humor que gozaban y que nos hacían reír tanto a los jóvenes, lo que escandalizaban a las mujeres y demás gentes timoratas y las cosas que aquellas hacían en desagravio de sus pecados y las reprensiones que les echaban y manera con que ellos las recibían.
Eran cosas para morirse de risa y necesario el verlas para creerlas y divertirse.

III

¡Así pasamos mucho tiempo en mi pueblo!
En vano algunos jóvenes despreocupados combatíamos los presentimientos de aquellas gentes.
En vano el viejo sastre Vizcarra decía a todos que lo del fin anunciado era todo mentira, puesto que cuando este llegue, le han de preceder signos exteriores en el aire y cielo que le anuncien, signos que entonces no se habían manifestado. En vano apoyaba sus opiniones y combates en el Apocalipsis de San Juan y en una vieja Biblia que tenía y llevaba siempre a mano para enseñarla, consultar y leer textos. Las gentes no le creían y en cuanto a su Biblia desde que un día Francho el barbero la había ojeado y dicho que no tenía notas y que como tal era sospechosa, todos la tenían por embustera y hasta por protestante.
¡Todos seguimos al fin preocupados, tristes y cabizbajos!
Las faenas agrícolas se abandonaron, nadie pensaba en aquel invierno en trabajar y solamente se rezaba y se asistía a la iglesia. Todo eran novenas y rosarios, todos estaban persuadidos que no se cogería ya la cosecha sembrada, y que todo iba a concluirse y nadie pensaba entonces más que en ponerse bien con Dios y pasar lo menos mal posible lo que le restaba de vida.
¡Oh! ¡qué tristes y lentos pasaban aquellos días!
… … …
Pero pasaban muchos de estos y pasó mucho tiempo sin que llegase el fin anunciado.
Las gentes desechando algo sus presentimientos y tristezas, al ver que este no venía tan pronto, volvieron a tener confianza y amar de nuevo la vida, se volvió a trabajar y al venir las fiestas de los patronos del pueblo San Antón y los Santos Mártires Fabián y Sebastián, ya tuvimos bailes, gaita y demás diversiones acostumbradas y el Joaquinón y su amigo muchos y buenos compañeros y cofrades.
Los jóvenes estábamos de enhorabuena. Al fin habíamos triunfado.
El sastre Vizcarra volvió a coser chaquetas y calzones nuevos; las mozas a emperifollarse y adornarse, dejando de ser hurañas o ingratas, los hombres no fueron tanto a la iglesia y volvieron a cuidar de sus campos, todo en fin volvió a quedar como en los tiempos normales, y solamente algunas viejas y beatas quedaron recordando y esperando el cumplimiento de la terrible profecía.

IV

Era domingo 3 de febrero de 1878.
Las campanas hacía un gran rato que habían convocado a los fieles para la celebración de las vísperas y rosario y multitud de estos hombres y mujeres ocupaban las espaciosas naves de la iglesia.
Resonaba ruidosamente el órgano, los cantores cantaban con estentóreas voces los versículos del sublime salmo el Magnificat, cuando como heridos por un rayo cesó todo y quedó toda la iglesia en un sepulcral silencio.
Pronto percibiose ruido otra vez, pero en vez del interrumpido canto fue sólo de voces, lamentos y golpes de pecho.
¿Qué había sucedido?
El tío sastre Vizcarra que estaba tomando el sol a la puerta de un pajar, habiendo descubierto en el aire un monstruo y que él tomo por uno de los signos precursores del fin del mundo según su biblia, había penetrado en la iglesia gritando, llorando y anunciando que era verdad que este venía y que irremisiblemente sucedería aquella tarde.
Indecible fue el estupor que tan fatídica noticia causó en el fervoroso auditorio; los hombres gritaron, gemían las mujeres, desalentados y como locos unos y otros, dábanse golpes de pecho y se postergaban en el suelo con estrépito:
¡Era aquello un tumulto espantoso!
Mi amigo Florencio y yo saliendo del coro, vimos aquella desgarradora escena y dispuestos a averiguar el motivo de aquella confusión cruzamos por entre aquella desolada multitud y nos lanzamos fuera de la puerta.
En la iglesia sumida en tinieblas por haber corrido el sacristán las cortinas para hacer si duda más fuertes las ventanas, no cesaba el lastimero y lagrimoso acento, ¡Se acaba el mundo! ¡Se acaba! ¡Estamos perdidos! ¡ Oh Dios mío! ¡Tened piedad y misericordia de nosotros!
Entre tanto mi amigo y yo seguíamos corriendo por las calles del pueblo, sin descubrir el signo anunciado por el viejo tio sastre, encontrando, esos sí, muchos hombres y mujeres que corrían hacia la iglesia como buscando refugio o lugar seguro.
¡Todos llevaban pintando en su rostro el espanto y el terror!
Seguimos nuestra marcha de investigación; no a paso redoblado como hasta entonces, sino regular y precavido, llegando por fin los dos héroes (pues por tal nos tuvieron todos los que nos vieron) a desembocar a las eras del barranco.
Florencio que llegó primero, retrocedió estupefacto y mudo de terror, yo quedé admirado y riendo al descubrir el objeto de aquel terrorífico suceso.

V

Columpiándose dulcemente e impelido por un suave viento, destacabase sobre el azul del cielo un enorme y descomunal elefante.
Distinguíanse perfectamente sus gruesas piernas, sus grandes orejas y enormes colmillos, pero sobre todo su larguísima trompa, que como más flexible, giraba a uno y otra lado como buscando algún objeto donde asirse o hacer presa.
Seguía avanzando el monstruo grave y lentamente por encima de las eras y en dirección al pueblo, caminando unas veces de pie, otras vuelto de espaldas, de costado o de cabeza, según el empuje que recibía de la tenue brisa que reinaba.
En presencia de tan fausto desenlace, instruí a mi amigo de la calidad y de lo que debía hacer con aquel animal que se nos venía encima, objeto del general terror, y me dirigí corriendo hacia la iglesia, dispuesto a desengañar a mis atribulados y tristes convecinos.
Al pasar por una calle descubrí al Joaquinón y al Rana, que de pie en la puerta de la taberna, con resignación no muy cristiana, despachaban un jarro de vino diciendo:
- Puesto que esto parece que se acaba, que acabe bien y nos coja bien bebidos.

VI

Riéndome de la anterior escena, penetré en el templo.
¡Todo era allí desolación y llanto!
De pie, en el presbiterio, con los cabellos erizados y con un estremecimiento general que sacudía todo su cuerpo, estaba el buen viejo Vizcarra, ayudando al Sr. Cura a recitar el Miserere y otras preces propias de aquellas circunstancias.
El anciano Sr. Cura con sus cabellos blancos que semejaban una aureola de luz sobre su cabeza, de pie también y con un crucifijo en la mano, bendecía aquella triste y desconsolada multitud.
Afectado al presenciar aquella escena y con la lengua pegada al paladar efecto de aquella impresión y de la carrera tomada desde las eras, caí también de rodillas y no pude hacer ni decir nada para consolarlos como tenía proyecto.
Todos hablaban a la vez, todos lloraban, clamando de vez en cuando:
¡Señor! ¡Señor! ¡Misericordia de nosotros!
Allí vi a muchos golpearse el pecho como penitentes, y llorar a todos como Magdalenas.
- Yo, decía uno, me he lucrado con la usura llevándome el ochenta por ciento y despellejando al pobre.
- Yo, clamaba otro, he vendido con pesas falsas.
- Yo, he robado fajos de mies.
- Yo, gallinas.
- Yo, he cometido tal robo que hasta estaba oculto.
- Yo, tal muerte.
- Yo, he sido infiel a mi marido, clamaba una mujer.
- Yo......

Y así iban descubriendo todos y todas sus más ocultas faltas y pecados.
¡He aquí, me dije, lo que será el día del juicio final en donde según la fe nos enseña, ¡todos sabremos las virtudes y vicios de los demás!
¡Cuántos que hasta entonces hemos tenido por honrados y virtuosos, saldrán unos grandes pecadores y criminales!
En fin, cerca de un cuarto de hora hacía que estaba yo allí dispuesto a decir a aquella gente la causa de aquella inmotivada aflicción y aun no había dicho nada cuando el ruido de dos detonaciones de escopetas que todos tomaron por truenos, me sacaron de mi estupor y me hicieron cumplir con el propósito que allí me había llevado.
De pie sobre un banco, expliqué brevemente a aquellas buenas gentes la causa inocente de su injustificado pavor, y no creo sea mayor la alegría de los justos cuando el ángel les diga en el último día: - Venid benditos de padre, etc. que la que yo di a aquel desconsolado auditorio.
¡Oh! ¡Con cuanta alegría y ligereza salieron todos de la iglesia para presenciar la agonía de la fiera, muerta por la terrible escopeta de mi amigo!
¡Ninguno se acordó de dar gracias al Dios que antes imploraba por haberles librado de aquel trabajo; ni a mi por haberles desengañado y consolado!

VII

Cuando salí del templo acompañado del Sr. Cura, reinaba en la calle cierta excitación y confusión popular.
Unos querían pegar al viejo tio sastre por haberlos engañado y afligido, otros a mi amigo Florencio que decía había muerto la fiera y esta no parecía por ningún lado, y otros corridos y avergonzados de su pasado miedo y por hacerse entonces valientes, juraban y desafiaban a todo el mundo celeste y terrestre.
Las mujeres chillaban, reían y daban ánimo a los hombres con sus chistes y travesuras.
Todos eran otros que pocos minutos antes en la iglesia...
… … … …
Mi amigo Florencio con la escopeta aún en la mano, vino a buscarme y a anunciarme la desaparición repentina del elefante, él y otros muchos que aún le habían visto por el aire, hacíanse cruces y tenían por cosa de brujerío tal desaparición, las demás gentes que antes eran tan cobardes, hacíanles ahora la burla y se mofaban de los que decían le habían visto y en especial de mi amigo que decía le había muerto.
Unos muchachos por fin encontraron en el tejado de una casa una cosa que al principio les pareció una capa extendida. En triunfo y cogidos a ella vinieron a la plaza y ya se disponía a hacerla toda añicos cuando por indicación mía y tapados los jirones que las balas le habían hecho, soplando todos de una vez, volvió a tomar forma y cuerpo el terrible elefante, siendo entonces la admiración y risa de todo el pueblo, lo que antes había sido causa de su terror y aflicción:
¡Así concluyó el fin del mundo en mi pueblo!
¡He aquí me dije, la imagen de muchas cosas de este mundo y de muchos hombres!
Mirados de lejos, aparecen a nuestros ojos como enormes gigantes, conocidos y tratados de cerca, no son más que unos meros fantoches.

EPÍLOGO

Pocos días antes de los sucesos referidos, todo eran fiestas y regocijos en Madrid.
Las gentes de la coronada villa, no tenían tiempo, materialmente hablando, en aquellos días, ni para comer ni dormir.
Un espectáculo sucedía a otro; fuegos artificiales, cucañas, iluminaciones, toros, teatros, recepciones, paradas, carreras de caballos, etc., etc.
Celebrábanse las bodas del Rey don Alfonso XII de este nombre con su prima la infante D.ª Mercedes de Orleans.
En dos o tres días de aquellas fiestas regias, eleváronse en el Campo del moro, varios globos aerostáticos y entre ellos muchos representando animales, figuras humanas y pájaros.

Uno de los primeros que representaba un enorme elefante, cruzando por el espacio vino por fin a caer en un pueblo de esta provincia no lejos del mío, acribillando a balazos y en donde aún creo que guardan su trofeo.
Poco antes había circulado con insistencia la preocupación popular de que estaba próximo el fin del mundo, y ved lectores el desenlace de este cuento, que si no sucedió tal como yo lo he contado, pudo muy bien haber sucedido o ser aún posible sucediera.

Teruel y noviembre de 1886
S. Gisbert1

 

Unas conclusiones sobre el cuento y su base real

Alfonso XII La historia de Fin del mundo de Salvador Gisbert la publicó a finales de 1886.

Dice que ocurrió hace tiempo, que un globo en forma de elefante fue abatido a tiros en un pueblo próximo a Blesa (Teruel), proveniente de la boda de Alfonso XII con su prima María de las Mercedes de Orleans, hija de los duques de Montpellier, cuyo enlace tuvo lugar el 23/1/1878. Él mismo cita en su cuento la fecha del domingo 3 de febrero de 1878, para datar el tragicómico suceso. Aunque el mismo Gisbert dice en su cuento que el hecho apareció publicado, no he podido aún buscar en la prensa Turolense el rastro de aquella anécdota, si es que realmente trascendió a los periódicos.

No sabemos en qué localidad pudo ocurrir; dice en el epílogo que en un pueblo de Teruel no lejos de Blesa, y las otras "pistas" del texto no sabemos si lo son, o son datos inventados, como cuando dice que "...y al venir las fiestas de los patronos del pueblo San Antón y los Santos Mártires Fabián y Sebastián..."

Cita al supuesto ciego que romanceaba "el ciego Godoy de Huesa" del que no puedo afirmar o negar su existencia real.

Otra cuestión es ¿de dónde venían tantas historias sobre el fin del mundo y porqué medio se transmitían? Siguiendo la pista de Gisbert sobre el ciego y a Caro Baroja (a través de Juliana Panizo2) nos ilustra:

"Julio Caro Baroja [(1914-1995)] en el prólogo a su obra Romances de Ciego afirma «Durante la niñez y adolescencia de las personas que andamos sobre los cincuenta años, era cosa bastante corriente ver en calles y plazas de villas y ciudades a ciegos cantando, salmodiando distintas clases de composiciones: romances sobre todo. El ciego de los romances es figura popular en España desde la Edad Media. Durante los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y también en las fechas ya aludidas, no sólo recitaba, sino que vendía en pliegos de cuatro caras o planas aquellas composiciones y otras en metro diferente o escritas en prosa llana.

Al conjunto de impresos de esta índole se les llama «pliegos.., «libros.. o «literatura de cordel». El ciego de los romances es un personaje literario, un arquetipo.

El castigo de Dios y el culto a la Virgen son como dos pilares fundamentales de la fe popular. Pero los ciegos también dedican a su público romances que exponían la doctrina, los misterios de la misa, se describía el fin del mundo o se tocaban otros puntos para excitar la devoción y la piedad 3. "

Imagen de un viejo dibujada por Salvador Gisbert en 1881, quizá similar a un romancero de la épocaAún hoy (2011) mujeres mayores guardan recuerdos del paso de romanceros por Huesa del Común (Teruel), personas que solas o por parejas recorrían los pueblos, sin hacer apenas noche, contando o cantando las coplas o historietas ingeniosas que atrajesen a su auditorio, ganando algo de dinero. Felisa Herrero (nacida en Huesa en 1931) nos contaba que incluso pasaron por Huesa algunos después de la guerra civil de 1936, lo que da idea de la perduración de este medio difusión, ya desaparecido. Y también recuerdan que les vendían historias en papeles de colores.

Y ¿cómo podían ser aquellos romances que según sugería Gisbert podrían incitar tal temor en almas más o menos inocentes, como para provocar una catarsis colectiva? Por suerte aún podemos leer alguno, pues los recuperaron los folcloristas entre el siglo XIX y XX.

Vamos a trascribir dos muestras, una de folclore humorístico de exagerando baturrismo, y el segundo serio, de los que se recopilaron entre los realmente cantados.

Este primero es un entretenido ejemplo. Parece casi inocente hoy en día, pero supongo que nuestras bisabuelas y bisabuelos no tenían la actual insensibilidad sobre los grandes pasos y misterios de la vida, y muchos de los versos podían causarles, supongo, honda impresión.

Y, al margen de cuestiones de la contemporaneidad del romance (que trataré después), llama mi atención su estilo, entre la ironía y un cierto sarcasmo de clase, que emplea el lenguaje de una forma que parece una burla inteligente para el lector actual, pero quizá era una burla pedante del siglo XIX, que se aprovecharía del analfabetismo del oyente (o el lector) para crear ambiente de verosimilitud mezclando los miedos populares con palabras científicas (aunque no viniesen a cuento, como cuando habla de "gases nefríticos") y conceptos de naturaleza o astronomía (como cuando dicen lo del Trópico de Cáncer que se correrá al lado izquierdo) y tecnologías modernas a la sazón.

Porque, incluso teniendo en cuenta la tradicional aversión del hablante aragonés por el acento esdrújulo, y los giros y defectos de dicción del mismo, este romance suena como esas exageraciones que la gente culta de la ciudad divulgaba en cuentos y viñetas, como ejemplo de baturrismo, bruto y rústico.

En cualquier caso, disfrútese:

"La fin del mundo"

(De los romances de ciego de Alberto Casañal)4
(Se debe leer con entonación cantarina)

Dibujo original de dibujos de Ambrosio Ruste, publicado en el libro de romances de ciego de Casañal

Escuchen los encredúlos
los herisiarcas y ateos
que se feguran que el orbe
toá la vida será eterno,
el descurso que va á echáles
este pobrecico ciego
que, aunque no tiene de cencia
más que un barniz muy ligero
(pues no ha pisau en su vida
ni estetutos ni colegios
por ser, como pué probáse,
güerfáno de nacimiento)
va á descrebir á su modo
el terrible fenoméno
que la humanidá viviente
presenciará un día destos.

* * *

Sigún recientes calcúlos
de un astronómo extranjero
que tié el tetúlo de mago
y catorce ú quince premios
ganaus en juegos floriales
y en certaménes diversos,
á mediaus del presente año
que es, como sabís, bisiesto,
en las rigiones cosmícas
que forman el universo
aparecerá de pronto,
sin apercibínos de ello,
un cometa incandiescente
(ú pa hablar más claro, ardiendo)
con una cola gasíosa
de ochenta palmos y medio,
compuesta, como pué vése
consultando el barométro,
de sustancias mortiféras,
entre ellas el cianogéno
y otros gases nefritícos
ensolubles e insipédos,
que cuando se les respira
producen igual efeuto
que las morcillas ú bolas
que les echan á los perros.

Este celébre cometa
que en la epóca de los griegos
hizo en Italia y Napóles
unos estragos tremendos
y que jué, sigún se dice,
por Canóvas descubierto,
anunciará su llegada
con relampágos y truenos;
se apagarán las estrellas;
se nublará el firmamento;
Marte, Saturnio y Uriano
se eclisarán por completo
porque el tropico de Cáncer
se correrá al lau izquierdo.
Cairán dos ú tres bolídos
que al deshacése en fragmentos
resudarán por su poros
cosmetíco y pez hirviendo.

El cerculo de la luna
aumentará un melimétro
y en el centro de cercúlo
se le formará un bujero
por el que echará las tripas
y tó lo que lleva drento.

Los que hablen por telefóno
en tan aciagos momentos
sufrirán una descarga,
si no se apartan á tiempo,
que los dejará impididos
u cabronizados ú secos.

Habrá en los ferrocarriles
varios descalirramientos
(prencipalmente en la línea
que llaman de los direutos)
y naufragiarán los pocos
acorazaus que tenemos.

Se perderán las olivas
y aparecerá un inseuto
paecido á la filosera,
(pero más gordo y más negro
por ser a la vez anfibio
molusco y catecuméno)
que no dejará en las viñas
ni tan siquiera un sarmiento.

Cuando el cometa en su orbíta
se aproxime al pirifelio
y llegue á nuestra atmosféra
el mitioro sideréo,
sin presagiar el peligro
tó el mundo estará durmiendo
(encluso vegilantes,
policias y serenos.)

Lleno de paníco al véle,
un soldao que estará hiciendo
la guardia, le echará el alto
las veces de riglamento,
y al no ricibir rispuesta
contra el entruso hará fuego,
más no logrará la bala
penetrále en el cranéo
pues los cometas son astros
que están aforraos de hierro
y que tién endurecidos
los tuetános y los sesos.

Al ruído de la descarga
se pondrán en movimiento
hasta los paralitícos
los baldaus y los enfermos,
y al respirar los efluvios
ardientes y pestiféros
que dispidirá el cometa
por tó el globo terraquedo,
unos perderán la vida,
otros el conocimiento
y otros, por precipitáse,
entrambas cosas á un tiempo.
Darán los perros ladridos
funébres y lastimeros;
rebuznarán las gallinas
cacariarán los jumentos
y en sus guaridas, graznando,
se esconderán los conejos.

Los carlistas que están siempre
pa echáse al campo dispuestos
tratarán de aprovecháse
del general disconcierto;
pero el cometa malino
sin compadecése de ellos
los riducirá á ceniza
antes que logren su ocjeto.

Las aves y los pajaros
dejarán de poner güevos;
irán muchisimas presonas
á refugiáse en los templos,
pero por más que se esjuercen
no salvarán el pellejo,
pues se hundirán de risultas
de un terrimoto tremendo,
las torres de las iglesias
incluso la de La Seo,
de la cual quedará solo
el chapitel en su puesto.

En vano los concejales
tomarán el güen acuerdo
de mandar que las musícas
cerculen por los paseos
pa que los pusilanímes
pierdan una miaja el miedo;
no estará naide pa gromas
divirsiones ni recreos
y hasta los mesmos musícos
á causa del cianogéno
fallecerán de repente
agarraus al estrumento.

Con el llanto y las glarímas
crecerá el nivel del Ebro.
No se verán por las calles
na más que endeviduos muertos
y como no habrá medícos
que acudan á socorrélos
tendrán, quieran ú no quieran,
que vesitáse ellos mesmos.

A los cuatro ú cinco días
será el mundo un cimenterio;
se irá el cometa alejando
por el espacio eteréo,
y cuando güelva la calma
bajará, el Siñor, del cielo
á juzgar como es debido
á los malos y á los güenos.

Así dará fin el mundo
en el año que corremos.
Y por si alguno sospecha
que lo que hí dicho no es cierto,
güeno es que tenga presente
que, aunque sordo y soy ciego,
no me gusta echar mentiras,
y en estos istantes, menos;
pues no iba á echáme al bolsillo
nenguna cosa mintiendo.

.............................................
.............................................
¡Quién me compra otro romance!
¡A perra gorda lo vendo!

*
* *

Datación del anterior romance

Alberto Casañal. Foto: GEA 2000Quizá el romance fue realizado o retocado por Alberto Casañal, lo cual trataré de averiguar. Porque en el libro no hay ni prólogo ni epílogo que lo aclare, y sólo se da el dato de que algunos de los romances habían sido publicados previamente en el diario Heraldo de Aragón. Al margen de que fuese publicado en 1910 por Casañal, por algunas palabras clave del romance quizá este sea algo posterior a los hechos que noveló Salvador Gisbert. Pues, si la primera boda de Alfonso XII tuvo lugar en 1878, y en el romance ya se alude al teléfono, cuyo invento tuvo lugar en Boston (EE.UU.) y cuya primera transmisión de voz tuvo lugar el 10 de marzo de 1876, es posible, por lo muy ajustado de las fechas que este romance sea posterior a la época del cuento (juzgo que algún tiempo debía transcurrir en el siglo XIX entre que un aparato revolucionario se inventa en Estados Unidos y se incorpora a un romance en la España interior).

Tampoco sería mucho posterior, pues aún se cita a los Carlistas, quienes habían promovido una tercera guerra civil hacía poco (al instaurarse la primera república española y luego ponerse en el trono a Amadeo de Saboya), que terminó precisamente en febrero de 1875 tras acceder Alfonso XII al trono español el 27 de diciembre de 1874, (gracias a la labor política de Antonio Cánovas del Castillo y un golpe de Estado que dio el general Martínez Campos). Y en el romance también cita a Cánovas (que murió asesinado en 1897, pero estuvo en boga, en el poder antes), especialmente destacado por promover la restauración de los Borbones en la figura de Alfonso XII.

Un romance de ciego auténtico y apocalíptico

Julio Caro Baroja recopiló un numeroso grupo de romances de ciego y los clasificó según su temática. Este es el nº 21, sobre el fin del mundo. Verdaderamente, no tiene nada que ver con la burla festiva del previo; este es una narración del Apocalipsis, del juicio final a las almas de los muertos y hechos de los vivos, que describe la separación de los elegidos y las penas del infierno. La Iglesia no pondría ningún pero a la difusión de este anuncio que amansaría conciencias y la favorecía en otros aspectos.

Alemania, Gaissach, Penas del Infierno (Germany)
Penas del infierno. Iglesia de Gaißach - Alemania. Foto. F.J.Lozano

Así lo describe Caro Baroja (pág. 11): "El castigo de Dios y el culto a la Virgen son como dos pilares fundamentales de la fe popular. Pero los ciegos también dedicaban a su público romances en que exponían la doctrina, los misterios de la misa, se describía el fin del mundo, o se tocaban otros puntos, para excitar la devoción y piedad. En ello siguieron la tradición medieval asimismo, como también se refleja en los relatos de tipo hagiográfico".

En cuanto al alcance geográfico, no sé si es posible delimitarlo, pero donde más estuvieron difundidos, según Caro Baroja fue el sur de la península Ibérica (pág. 14): "...tiene [el romancero vulgar] un marcado sabor de época y aún de región. Es el pueblo de la España meridional, de los siglos XVIII y XIX el que gustó más de él y para el que en esencia, se formó."

EL FIN DEL MUNDO5
Devota y contemplatíva relación, en que se describen las señales que precederán antes de llegarse el fin del mundo.

PRIMERA PARTE

Ha de la mísera tierra,
ha de ese profundo valle
de lágrimas y lamentos,
asombro de los mortales!
Ha de todos los vivientes,
que en aquesta mortal carne
vivimos, siendo inmortal
el alma que de Dios nace!
Ha de todos los dormidos
en los sueños miserables,
en cama de tantos vicios
sin llegar á dispertarse!
Escuchen mi voz que suena
como clarín lamentable
en los oídos de aquellos
descuidados que les placen
los cuentos y las novelas,
y el tiempo suelen gastarle
en juegos, músicas, dichos,
y gustan de disparates,
de solo libros profanos,
de instrumentos y de bailes,
venganzas, amores, iras,
rencores, parcialidades,
logros, usuras, engaños;
lujurias, profanidades,
agencias no permitidas,
haciendo daños notables,
todo en ofensa de Dios.
Y para que el hombre acabe
con la maldad, y se acuerde
de Dios en todo lance,
contemple que desde el punto
que llorando al mundo nace
va caminando á la muerte,
y con ella han de acabarse
todas las cosas del mundo:
y que nadie ha de llevarse
los tesoros, que es estiércol
que al corazon lo distraen.
Alerta, alerta, cristianos,
cesen los yerros fatales,
sirvamos á Dios, y oid
con atencion un instante
como ha de llegar el dia
en que el mundo ha de acabarse
perdiendo todos, la vida,
y la eterna Dios lo sabe.
Y tiene el mundo noticia,
pues consta de tantos padres
y doctores de la Iglesia;
á todo lo cual se añade
el peso de la Escritura,
que lo anuncia en varias partes
como tendrá fin el mundo,
envuelto en llamas voraces
convirtiéndose en cenizas
los edificios mas grandes,
los alcázares famosos
y los palacios reales.
No lloverá en siete años,
habrá grandes sequedades,
y los árboles y plantas
vendrán del todo á secarse.
Abrirá la tierra bocas,
y á muchos ha de tragarse:
se secará todo el mar,
bramarán los animales,
padecerá el sol eclipse,
la luna bañada en Sangre
se ha de ver, y las estrellas
sin su luz han de mirarse,
y empañados los luceros
serán topacios errantes;
pues andarán los planetas
revueltos como inconstantes,
siendo todo horror y asombro,
llantos, y penalidades.
Todo ha de estar balbuciente,
no habrá sazon en los panes,
no parirán las mugeres
y pocos han de casarse,
muchos morirán de sed,
las fuentes verán secarse,
y que la tierra por agua
da fuego en sus manantiales.
Todo calor ha de ser,
morirán muchos de hambre,
titubearán los vientos,
las nubes lloverán sangre,
habrá temblores de tierra,
se hundirán muchas ciudades
no valdrá el oro ni plata;
vendrá el sustento á faltarles
y padecerá gran pena
el que de Dios se olvidáre.
Luego vendrá el Anticristo,
que será de viles padres,
y segun las profecias,
vendrá de muy lejas partes.
Este sacará el tesoro
que el mar oculta, y haráse
tan poderoso, que á muchos
engañará con sus artes;
algunos por las riquezas,
por amores á otros tales,
y en fin, dará á cada uno
aquello que mas gustáre.
Fingirá muchos milagros,
hará cosas muy notables,
predicará contra Cristo
y su fé sin adorarle,
perseguirá a los cristianos;
dará á muchos muerte infame,
con martirios muy acervos
despedazando sus carnes,
y metiendo agudas puntas
del cuerpo por varias partes.
azotando, hiriendo y dando
mil tormentos sus crueldades.
Pasará á reinos distintos,
ganará muchas ciudades,
perdiendo á los sacerdotes
el respeto que ha de darse.
Traerá consigo siempre
ejércitos formidables,
causando horror, miedo y susto
con escándalo muy grave,
y por tres años y medio
durará aqueste combate,
su mala predicacion,
sus vilezas y maldades,
destruyendo muchas casas,
vertiendo cristiana sangre,
y derribando los templos
de Dios y su santa Madre.
Hasta que Dios apiadado,
como tan benigno Padre,
contra aquesta horrible bestia
que es causa de daños tales,
enviará el grande Elías
y á Enoc, para que declaren
el error de su vil secta
tan perversa y malígnante;
y derogaran las leyes
impuestas en sus secuaces.
teniendo sobre este punto
argumentos muy notables.
Mas viéndose convencidos,
sin pasar mas adelante
por no saber, con la espada
responderá en su certamen,
á los dos dándoles muerte
el atrevido cobarde
dentro de Jerusalen,
sin que á Dios temor le guarde.
En este tiempo la Iglesia
gobernada ha de mirarse
por san Juan Evangelista,
que todos han de aclamarle
por gran Vicario de Cristo
y Pontífice admirable.
De Elías y Enoc los cuerpos
se verán entre celages
de nubes y claridad,
y entre esplendores muy grandes
subirán sus almas justas
al imperio á coronarse.
Maravillados aquellos
que le siguieron constantes,
al ver tan raros prodigios,
al punto han de amotinarse
contra este dragon soberbio,
y todos con implacables
clamores dirán á una:
muera, muera quien tal hace.
En medio de aquella plaza,
sin que pueda ya escaparse,
tomarán contra él las armas,
hiriéndole lo bastante
para que muera, y dará
con su espíritu en las partes
mas profundas del infierno
entre sus llamas voraces.
Entonces todos confusos,
Cuantos diversos linages
de naciones hay, cristianos,
moros, judios, infames,
hereges y calvinistas,
arrianos y demas clases,
de negros y de gentiles,
de bárbaros y salvages,
andarán todos revueltos
sin saber á qué inclinarse,
si seguir aquesta ley
ha de ser lo mas constante,
ó seguir la de los otros,
ó si la que tienen baste;
y sin sosiego parece
que hacen mucho y nada hacen.
El cuerpo del Anticristo,
aquel horrendo cadáver.
en medio de aquella plaza
causará horror el mirarle.
Permanecerá tres días,
y su hedor intolerable
inficíonará la gente,
sin haber quien con él pare,
hasta que reviente, y luego,
deshecho en polvo, los aires
se lo llevarán haciendo
espantosos huracanes.
Entonces el gran Vicario
de Cristo vendrá á exhortarles,
y será solo una ley
la que todo el mundo abrace,
diciendo todos á una
con voces muy deleitables:
viva la gran fé de Cristo,
viva por eternidades;
ya somos cristianos todos,
una es la ley inviolable:
la fé católica y santa
brille como el sol radiante.
Y cubriendo todo el cielo
de nubes rojos cendales,
lloverán rayos de fuego,
viéndose en breve que arde
la tierra, riscos y peñas,
saliendo vivos volcanes
de fuego por sus resquicios,
que todo, todo lo abrasen.
Hundiránse los castillos,
destruiránse las ciudades,
quemaránse los poblados,
no quedará piedra jaspe
que no se vuelva ceniza;
y la tierra ha de quedarse
luciente como un cristal,
no con tantas sequedades;
sola y sin habitadores
que la siembran y la labren;
solo los niños del limbo
han de ser sus habitantes.
Las estrellas y la luna
ya no serán mas variables,
pues suprimidas Sus luces,
Cada cual fija en su parte,
quedará el mundo en tinieblas,
siendo todo oscuridades.
Esto ha de llegar á verse:
auturicen mis vervades [sic]
la multitud de los libros
y doctores que lo traen:
y quien ponga duda en ello,
negará un punto notable
de nuestra fé, sin sus luces
ninguno puede salvarse.
Y se dirá del Juicio
en otra segunda parte.

Juicio Final. Retablo gótico de la Santa Cruz de Blesa (1483-1487) actualmente en el Museo de Zaragoza
Juicio Final. Retablo gótico de la Santa Cruz, de Blesa (España) (1483-1487)
actualmente en el Museo de Zaragoza

SEGUNDA PARTE

En que se refiere el Juicio final, y el último dia del mundo.

Ay de mi! qué será, cielos,
en aquel terrible dia;
al ver tan airado á Dios
y enojada su justicia,
temblando los Santos todos,
no tan piadosa María,
que la que hoy es mar de gracia
no será caritativa!
Qué horror dará á los oídos
desde esa region vecina
el sonido de la horrible
trompeta sin melodía,
que á resucitar la carne
dá aviso y atemoriza,
ofuscando los sentidos
de las ya muertas cenizas!
Confusos unos y otros
á una parte y otra giran
al asombro de la voz,
cuando tan tremenda diga:
levantaos, levantaos,
de aquesas heladas piras:
muertos, venid á juicio.
Ay de mí! que Siendo oída,
á millares de millares
saldrán todos tan aprisa,
que unos y otros tropezando
darán al miedo cabida,
pálidos, descoloridos,
sí con perfeciones vivas,
pues ninguno irá imperfecto
de los que ahora se miran
cojos, entrehechos, baldados,
sanos saldrán este dia.
Al valle de Josafat,
que se vé en las cercanías
de la gran Jerusalén,
iremos con cobardía.
Allí estarán cuantas almas
vistieron la carne misma
de nuestra naturaleza
en aquesta mortal vida.
Luego á presencia de todos
bajará la esclarecida
Reina de cielos y tierra,
mas que el Sol y luna linda,
de Serafines cercada
y de ángeles servida;
pero no tan alhagüeña
como ahora todos la miran.
El estandarte real
de la santa Cruz divina
bajará y en él pintadas
de la Pasion las insignias,
que son clavos, lanza, esponja,
caliz, corona de espinas,
tenazas, martillo, caña,
dados, túnica bendita,
manopla, gallo, escalera,
azotes, sogas torcidas,
columna, vaso y sudario.
Formarán sus compañías
patriarcas y profetas,
mártires, vírgenes, viudas,
confesores, y en fin, cuantos
la Celezte córte habitan.
Y despues de esto vendrá,
con magestad peregrina,
la Trinidad soberana,
que sea siempre bendita,
puesta en soberano trono,
llena de gloria infinita.
Formando, pues, el augusto
tribunal de la justicia,
luego abortará el infierno
llamas en muertas cenizas,
en humo demonios muchos
porque presentes asistan.
Entonces todo el concurso
de las almas allí unidas,
tanto de los condenados,
como el que salvo se mira,
darán estrecha cuenta
de su buena ó mala vida,
temblando de ver á Dios
empuñada la cuchilla,
el semblante muy airado,
con severidad crecida.
Los ojos ahora benignos,
horror daran á la vista,
causando terror y espanto;
temblará la tierra misma
al oir de cada uno
las culpas que se examinan.
Y el que diere buena cuenta,
segun sus obras lo afirman,
tomará de Dios el lado
derecho con alegría,
lleno de muchos contentos,
gozando de las caricias
de Dios, y así entre los suyos
contentamente se miran.
Pero el que la diere mala,
agraviando la justicia,
no satisfaciendo á Dios,
como sus obras publican,
tomará el izquierdo lado,
lleno de pesar y envidia;
sin alzar nadie los ojos
viéndose en tanta desdicha.
Todos han de ser juzgados
por orden sin que lo impida,
ni del uno la bondad,
ni del otro la malicia.
Y dada la cuenta ya,
¡oh qué horror será aquel día
que no habrá amparo de Santos
ni de la Virgen Maria!
en altas voces dirá
Dios á los que suyos mira:
venid conmigo, benditos
de mi Padre, á gozar dichas
en la bienaventuranza
por mi persona adquirida,
y que está para vosotros
guardada y enriquecida.
Y volviendo la cabeza,
llenos los ojos de ira,
horrorosamente á cuantos
á infelicidad caminan,
les dirá: bajad, malditos
de mi padre, á las sombrías
cabernas á ser del fuego
tizones en llamas vivas.
Y epuñando, [sic] qué dolor!
la espada que rayos vibra,
despedirá contra ellos
el golpe de su justicia.
Demonios y condenados
humillarán ¡que desdicha!
las indómitas cervices,
y caerán con gran prisa
en los profundos infiernos:
y de la infernal caída,
cual de pies, cual de cabeza,
en ascuas serán sumergidas.
Los llantos y los lamentos
crecerán mas cada dia,
mas las desesperaciones,
mas las rabias, mas las iras,
mas los ayes y gemidos,
confusiones y fatigas,
asombros y maldiciones,
dándose á sí mil heridas,
y juzgando darse muerte
como estando en mortal vida,
querrían despedazarse
para morir mas aprisa.
Les rechinarán los dientes,
los labios y lenguas fritas,
secos y hechos hornos vivos,
que ardientes llamas respiran,
morderánse unos á otros
con grande algazara y grima.
Arrojando el padre al hijo,
el hijo al padre desvía;
desecharanse á si mismos
los conocidos y amigos,
siendo confusion, desorden,
voces todo y gritería.
Maldecirán allí todos
á padres, madres, sus vidas,
á sí mismos á la tierra, y
el agua, el pan, la comida,
el bautismo recibido,
á la Iglesia esclarecida,
á sus divinos oficios,
á las contempladas Misas,
á los Cielos, á la luz,
al resplandor que no miran,
á los Santos, á la corte
Celestial, é iran con ira
maldiciendo al mismo Dios,
sus Angeles y á María.
O qué horror! asi en los siglos
lamentarán su desdicha,
metidos en aquel fuego
que su ardor nunca mitiga,
echando eterno candado
á aquellas puertas malditas,
desconsolados y tristes,
con hambre y sed siempre viva.
sin mejorarse jamás.
de la suerte con que lídian.
Al contrario, irán los justos,
bañados todos en risa,
hermosos, resplandecientes
como el sol que ahora ilumina,
gloriosos en cuerpo y alma,
poseídos de alegría,
alabando y bendíciendo
al que los colma de dichas.
Las vírgenes con las palmas
coronadas de alegría
ofreciendola gloriosas
alabanzas á María.
Los mártires alabando
á Dios con gran melodía;
á los profetas bendiciendo
al que la gracia autoriza.
Los apóstoles felices
cantarán con armonía,
ángeles y confesores
solemnizarán su dicha.
Todo gusto, gozo y gloria,
todas músicas divinas,
todo fiesta y regocijo,
embeleso y alegría,
fragantísimos olores,
todos candores que brillan:
en la celestial morada
todos gozarán de vida
inmortal, siendo estimados
de Dios que los felicita,
sin que ni un punto les falten
glorias tan esclarecidas.
Ay de mí! vuelvo á decir
con mayor pena y fatiga;
de cuál de los dos seré,
del llanto ó de la alegría?
Si seré yo miserable,
¡qué temblor, hay alma mía!
de aquellos que eternamente
no dejarán la desdicha;
¡oh de aquellos que gozosos
gozarán de Dios la vista,
mirando ya para Siempre
sus esperanzas cumplidas!
Esta memoria á mi alma
la atormenta noche y dia.
Quién peca y ofende á Dios!
quién no le ama y estima!
quién se entrega á los placeres!
quién los deleites aviva!
quién no vive rectamente,
y como cristiano fija
para siempre en la memoria
este tan tremendo dia!
pues que dice San Bernardo,
san Agustin, Hugo y Lira,
que tomarán de buen grado
en aquel terrible dia
el meterse en los infiernos
y en sus cabernas malditas;
por no ver airado á Dios
y tan recta su justicia.
O mortales, despertad
del sueño que tanto os priva:
abril [sic] los ojos y ved
que ha de llegar este dia.
Encomendaos desde ahora,
dejad memorias lascivas,
perdonad los enemigos,
dejad las galas nocivas,
llorad, haced penitencia,
que Dios como Padre mira
á aquel que obra como hijo
y cumple lo que le dicta.
Ruego á Dios nos dé su gracia,
y así despues de esta vida
en el celestial alcázar
gocemos de sus delicias.

Y Lucas del Olmo Alonso
de todo el perdon suplica.


Carmona (Sevilla) 1861.
Imprenta de D. José M.ª Moreno,
calle de Madre de Dios, número 1.


Juicio final en el tímpano de una puerta de la catedral de Bamberg (Bamberger Dom), Alemania. Siglos XI-XIII.
En el centro resucitan los muertos y el Cristo separa a los buenos, a su derecha,
de los rechazados, a su izquierda, que se lamentan y son arrastrados por un diablo.
Foto F.J.Lozano

 

Palabras clave

Salvador Gisbert Gimeno, cuento, fin del mundo, Alfonso XII, globos, romances de ciego, juicio final, religión, etnología, religiosidad popular, Alberto Casañal, Lucas del Olmo Alonso.

Keywords: Salvador Gisbert Gimeno, tales, end of the world, king Alfonso 12th of Spain (Borbón), balloon, ballad, Judgement Day/the Last Judgement, religion, ethnography, religiousness, Alberto Casañal Shakery, Lucas del Olmo Alonso.

Bibliografia

Cabecera de la Revista del Turia donde colaboraba S.Gisbert- GISBERT GIMENO, Salvador (1886) "Cosas de mi país. El fin del mundo" publicado en "Revista del Turia" nº 24 de 15 de diciembre de 1886 y nº 1 de 1 de enero de 1887. (Conservado en la Biblioteca del Estado de Teruel).

- PANIZO RODRIGUEZ, Juliana (1991) "ANOTACIONES AL ROMANCE DE LA BARAJA". Revista del folklore. Tomo 11a, revista nº 122, pág. 70-72. Enlace: http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=957

- CARO BAROJA, Julio (1980) "Romances de ciego". Madrid. Taurus, D.L.1979.

- Casañal Shakery, Alberto (1910) Romances de ciego: versos baturros / Alberto Casañal Shakery ; dibujos de Ambrosio Ruste Zaragoza : [s.n.], 1910 (Imp. de Abadia y Canapé). 189 p. : il. ; 18 cm

Sobre el autor del segundo romance, Lucas del Olmo Alonso: http://business.highbeam.com/435406/article-1G1-137860685/dos-romances-del-siglo-xviii-sobre-el-anticristo-y

 

Enlaces relacionados: otros cuentos de Salvador Gisbert de dicha época.

- Recuerdos del siglo XVIII/XIX, entre la leyenda y la historia
Inadaptación de un emigrante francés a la España del XVIII

- Recuerdos del siglo XIX. El Cementerio
Cuento sobre una gamberrada con moraleja.

- Blesa y la guerra de la independencia: entre la leyenda y la historia
Dos episodios de la guerra, contra el ejército napoleónico y los guerrilleros
por Salvador Gisbert, Luis Sorando, Javier Lozano, Ángel S. Tomás del Río (2004)

- Hechos olvidados durante el Trienio Liberal (1820-1823) Detalles de la vida de los pueblos durante la guerra de guerrillas
Una narración de S.Gisbert, de un hecho ocurrido en Huesa del Común, da pie a recopilar noticias históricas del periodo en que se intentó cambiar a España dejando atrás al absolutismo.
por Fco. Javier Lozano Allueva (2010)

- Salvador Gisbert
Pintor y recuperador leyendas turolense (1851-1912)

Notas

1.- Publicado en "Revista del Turia" nº 24 de 15 de diciembre de 1886 y nº 1 de 1 de enero de 1887. (Conservado en la Biblioteca del Estado de Teruel).

2.- PANIZO RODRIGUEZ, Juliana (1991) "ANOTACIONES AL ROMANCE DE LA BARAJA". Revista del folklore. Tomo 11a, revista nº 122, pág. 70-72. Enlace: http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=957

3.- Cita a CARO BAROJA, Julio. : Romances de ciego. Madrid. Taurus, 1979, págs. 7-11.

4.- Publicado en la revista Oriche, nº 39 de enero de 2001, remitido por Carmelo Romeo. Publicación de la asociación cultural Trassierra, de Loscos (Teruel)).

Se reeditó en 1986 en "Romances de ciego (Versos baturros)" de Alberto Casañal. Los libros de EL DIA [Aragón], de donde lo tomaron para la revista. Pero yo he preferido realizar la trascripción de la edición original, de 1910, que tiene alguna diferencia leve del texto, que fue:

Casañal Shakery, Alberto (1910) Romances de ciego: versos baturros / Alberto Casañal Shakery ; dibujos de Ambrosio Ruste Zaragoza : [s.n.], 1910 (Imp. de Abadia y Canapé). 189 p. : il. ; 18 cm

Casañal Shackery, Alberto (San Roque, Campo de Gibraltar, Cádiz, 22-VI-1874 - Zaragoza, 6-II-1943).

5.- Recopilado por CARO BAROJA, Julio (1980) "Romances de ciego". Madrid. Taurus, D.L.1979, Págs. 233-246. Lo tomó de uno publicado en Carmona (Sevilla) en 1861. Imprenta de D. José M.ª Moreno, calle de Madre de Dios, número 1.