Lecturas cercanas: las memorias de la escuela que todos quisiéramos leer.

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Pocos pueblos gozan de la suerte de que alguien cuente las anécdotas divertidas o gamberras de los días de escuela, porque a veces ni viejos maestros, ni viejos alumnos han tenido el tiempo u oportunidad de hacerlo. Por eso quiero recomendar un libro de lectura, escrito por un maestro para sus alumnos y otros niños de entre 10 y 12 años.

Digo que pocos gozan de esa suerte, pero tenemos una excepción muy cercana, Huesa del Común, donde Tomás Redondo, tiempos ha alumno, actualmente maestro en su vida adulta, está escribiendo artículos sobre esa etapa memorable de la vida, y publicándolos en la revista Ossa. Pero hoy me quiero ocupar de un maestro que sorprendió a su época y enriqueció con sus artículos el magisterio de sus colegas, además de la formación de los alumnos de un colegio rural aragonés en los años 20.

En el libro que tituló "Un año en mi vida" volcó la experiencia docente y humana este maestro ejemplar, cuando vivió y formó a los hijos del pueblo de en Paniza entre 1925 y 1930. Pasando el filtro de la corrección, esquivando lo tedioso, convirtiendo en personajes arquetípicos a numerosos perfiles de niños, consigue una narración fresca, sencilla, que rememora miles de infancias en las que muchos lectores de mediana edad y mayores se sentirán retratados. El propio S. Hernández dejó escrito que su propósito fue "hacer un libro escolar que salga más de la escuela misma que del cerebro del maestro; que esté saturado de vida infantil y de ambiente infantil...". Y lo consigue.

Contiene muchos capítulos breves, ilustrados también, sobre la escuela, el primer paseo, el otoño, el descubrimiento de América, una gran cómica, la vendimia, el miedo, las olivas, los estercoleros, los tres amigos, los destructores de nidos... y muchas más.

Santiago Hernández Ruiz nació en Atea (1901), estudió Magisterio en Zaragoza y, tras una corta estancia en Madrid, tomó posesión de su plaza de maestro en Paniza, donde ejerció desde 1925 hasta 1930. Fueron apenas cinco años, pero ahí se forjaron los fundamentos de su pensamiento pedagógico. Sus trabajos pedagógicos le han otorgado un lugar destacado en la historia de la educación española del siglo XX. Ya desde 1928, en que recibió el Premio Nacional de Literatura por su antología de textos Letras Españolas, destacaron sus actividades publicísticas. Entre 1932 y 1936 fue sucesivamente secretario general, presidente de la Comisión de Estudios Pedagógicos y presidente de la Asociación Nacional del Magisterio, de cuyo trisemanario "El Magisterio" fue siete años colaborador permanente y tres años director.  Colaboraba en el último Ministerio de Instrucción Pública de la II República lo que le obligó a exiliarse al finalizar la Guerra Civil. Comenzó un largo, pero productivo, exilio en México, donde participó en las más importantes iniciativas pedagógicas de los exiliados españoles. Trabajó, además, para la UNESCO durante diez años en un proyecto destinado al desarrollo de la educación en toda Hispanoamérica. A partir de 1967, de nuevo en México, ocupó varias cátedras, hasta su jubilación, en la Universidad Nacional Autónoma. Murió en 1988.

Ficha del libro.

Editado como facsímil en 1998, diez años después de su fallecimiento. Institución Fernando el Católico. 6,00 €

Gracias a  A.C. Arbir Malena de Moyuela